Gótico americano
A lo largo del último lustro el inefable Guillermo del Toro ha demostrado un gusto bastante heterogéneo en lo que a terror se refiere como claramente lo atestiguan El Orfanato (2007), Splice (2009) y Los Ojos de Julia (2010), obras tan disímiles como interesantes. Aún lejos de la silla del director luego de su partida amistosa de El Hobbit, para su primera remake eligió un telefilm de culto estadounidense de 1973 casi desconocido por estas pampas: en la sugestiva No le Temas a la Oscuridad (Don´t Be Afraid of the Dark, 2010) no sólo oficia de productor sino que además es responsable del guión junto a Matthew Robbins y su intervención se siente en el tono lúgubre del convite y la intensidad de algunas secuencias.
Si bien en esta oportunidad la historia introduce un cambio sustancial en lo que respecta a la protagonista excluyente, vale aclarar que la estructura narrativa se mantiene inalterable y hasta podríamos decir que estamos ante una versión extremadamente fiel para con la original: la Sally de antaño, esa mujer adulta a la que su marido no le creía que padecía el acoso de unas criaturas diabólicas semejantes a gnomos, ha mutado en una niña que motivada por la curiosidad también abre portales con consecuencias poco felices para todos los involucrados. Sin dudas subsiste el tópico de la victima entregada al escepticismo de su entorno pero ahora está complementado con los conflictos relativos a una infancia solitaria.
De hecho, el mayor logro de la película corre parejo a la sutileza con la que la trama va encausando la indiferencia, reprimendas, humillación y/ o castigos que los hijos pueden llegar a aceptar por parte de sus padres, inocencia primordial y construcciones hegemónicas mediante: la joven, interpretada por la apacible Bailee Madison, es un personaje más que verosímil que atraviesa con pesar el divorcio de sus progenitores, el desinterés de su padre Alex (Guy Pearce) y el tener que conocer a su nueva novia Kim (Katie Holmes). El arribo al caserón gótico quiebra por un momento una monotonía cercana a la depresión para pronto convertirse en un calvario gracias tanto al hostigamiento como a su propia familia.
Más allá de la acertada labor del trío central y el consabido talento del mexicano, no se puede pasar por alto el maravilloso desempeño del debutante Troy Nixey: aquí el realizador sorprende ninguneando las inclinaciones gore contemporáneas y jugándose de lleno por el suspenso de desarrollo paulatino, vinculado principalmente a una fotografía preciosista y a una atmósfera sobrecargada a la Hammer. La ausencia de novedades significativas dentro de los parámetros del género está compensada por el clasicismo general de la puesta en escena, el diseño de la mansión y una excelente mezcla de sonido, ítems que en conjunto edifican una experiencia que hoy pide a gritos ser disfrutada en salas cinematográficas…