¿Le gustaría saber cómo hacer para auto boicotearse a la hora de plasmar una idea en un guión cinematográfico? Pues bien, “No me las toquen” es un muy buen ejemplo. La premisa de mostrar cómo se viven (o sufren) los conflictos adolescentes desde el otro lado, o sea del de los padres, es interesante por donde se lo mire y ofrece la misma cantidad de oportunidades, matices, y líneas narrativas, en especial si se decide abordar con humor.
La introducción mueve a la esperanza. Un pequeño montaje nos muestra a Lisa (Leslie Mann), Mitch (John Cena) y Hunter (Ike Barniholtz) como padres absolutamente devotos e incipientes sobreprotectores de sus hijas Julie (Kathryn Newton), Kayla (Geraldine Viswanathan) y Sam (Gideon Adlon), respectivamente. Por virtud de la compaginación deliberadamente empalagosa llegamos al presente. Las chicas se debaten entre la organización de la noche de graduación, lo que se viene cuando terminen la secundaria, y sus debuts sexuales más o menos resueltos, excepto por Sam que tiene una inclinación por las mujeres. Por el lado de los padres, el miedo a quedar solos y a que les pase “algo” a sus hijas es lo que los mantiene alertas, y ahora sí, presas de una sobreprotección recalcitrante y poco reflexiva.
Hasta aquí vamos bien. Tres actores adultos que entienden el código de la comedia norteamericana básica, y tres chicas con trabajos de notable factura, en especial la de rasgos indio, Geraldine Viswanathan, de sorprendente naturalidad. Es más, será ver el trabajo de este joven trío lo que mantiene cierto interés no sólo por el talento para sostener sus personajes y conflictos, sino por la habilidad para sortear la tonelada de torpezas de un guión que a los 20 minutos comienza una inexorable dirección al tacho de la basura.
Al enterarse del deseo de sus hijas de resolver su virginidad, la alarma del ultra conservadurismo se enciende y Lisa, Mitch y Hunter salen de raje a la fiesta para impedirlo. El problema principal del guión de Kay Cannon, que ya ha hecho estragos con la subestimación del universo adolescente en las tres entregas de “Ritmo perfecto (2012, 2013), es invertir injustificadamente los roles por un lado, y el abrupto cambió de sub género por el otro.
Los padres se transforman en estúpidos, gente con mentalidad de chicos de jardín de infantes, incapaces de tomar una sola decisión lógica por caprichosos y ridículos. De padres con un miedo lógico y medianamente bien planteado, los personajes pasan a un nivel de insensatez pasmoso. A tal punto es así que parecen haber salido de una película diferente a la que estamos viendo. Una que juega al gag físico al estilo de las comedias con Chevy Chas, pero en el plano de una imitación de grotesco muy mal construido, incluyendo humor escatológico que aparece ya muy avanzado el metraje y que nunca se había instala
Todo en pos de armar un sinfín de situaciones apuntadas sólo al gag per sé y no al relato ni al conflicto. Si como muestra sobra un botón, Mitch se somete a que le introduzcan cerveza por el culo para que dos adolescentes (que puestos uno al lado del otro apenas llegan a la mitad del tamaño del actor) revelen en qué parte de la casa donde ocurre la fiesta se encuentra su hija. Se imaginará que a esta altura, comparadas con sus padres, las tres chicas tienen la sabiduría de Yoda, Stephen Hawkins y Platón juntas, pero encima esto tampoco funciona como contraste porque sus conflictos siguen creciendo bajo el mismo registro del principio.
“No me las toquen” es una desproporción que por sus buenas posibilidades de andar bien en la taquilla deja abierta una continuación. Es de esperar que las tres jóvenes actrices puedan disfrutar de sus prometedores talentos negándose a seguir con sus personajes, pero es Hollywood, y allí, por la plata baila el mono.