Como todos los días, el 2 de agosto de 2010, Corina Fernández llevó a sus hijas de nueve y once años al colegio. Al dejarlas, su pareja, Javier Weber (disfrazado de anciano), le disparó seis tiros con un revólver calibre 32, en la calle y a plena luz del día. Acertó tres tiros y erró los otros tres. Corina sobrevivió milagrosamente, aunque hasta el día de hoy lleva dos balas en un pulmón.