Los adultos de treinta y pico actuando como adolescentes de secundarios jamás suelen ser divertidos: esta no es la excepción. Si a eso le sumamos lo exasperante del melodrama que compone Goodwin y de que Hudson acapara la atención por su personaje de celosa insoportable, una criatura despreciable en cada uno de sus “momentos” en pantalla, la cosa no parece ir mejor. Los (innecesarios) flashbacks colocados torpemente aquí y allá solo están para estirar la historia.