Un elenco soñado y una sátira muy molesta que muestra el mundo actual, más específicamente la sociedad norteamericana, con el trazo grueso incómodo, como un espejo deformado, pero valiosa con su humor corrosivo exagerando realidades muy palpables. Una de ellas, la codicia sin límites de hombres de negocios apropiados de un gobierno, luego de financiar campañas que los transformar en verdadero poderosos. Allí vemos a la presidenta de turno, una Meryl Steep increíble y lanzada, más preocupada en los números y las apariencias que en ver la realidad, y dos científicos que intentan comunicar tanto a las autoridades y a través de los medios, que a la tierra le quedan solo seis meses de vida, porque un meteorito gigante la partirá en pedazos. Los dardos mortíferos que reparte el director Adam Mckay, co guionista junta David Strota, son tremendos y no queda títere con cabeza, ni los gobernantes, ni los medios, ni la gente que se deja convencer fácilmente, salen airosos, y ni siquiera los que eventualmente se “salvan” tendrán un futuro venturoso. Divertida y por momentos angustiante la larga comedia con defectos vale la pena verse, por las grandes actuaciones y porque en definitiva uno imagina que un fin del mundo puede ser así para un género humano preocupado más por las apariencias, las redes sociales, las codicias desmedidas el “sálvese quien pueda”, que un destino solidario. Un tono cínico pero sostenido, exagerado pero necesario, irrespetuoso y bienvenido. Todos se lucen, desde un Leonardo DiCaprio cada vez actor, pasando por Jennifer Lawrence, Cate Blanchet, Mark Ryloance, y muchos talentosos más. Ni hablar de un Meryl Streep delirante que ya no le tiene miedo a nada.