Una constelación de estrellas vuelve a acompañar a Adam McKay, consierado por gran parte de la crítica como la insignia actual de la comedia negra norteamericana. Con "The Big Short" y "Vice" entre sus últimos títulos (ambos reconocidos por la Academia), el director nacido en Denver, había elegido trabajar con sucesos históricos, abordados desde una mirada particularmente ácida. Con "No miren arriba" el desafío es mayor, ya que al suponer un escenario ficticio, no alcanza únicamente con la configuración del tono. Hay que saber construir realidades de modo que resulten tan coherentes como cohesivas. Sí, incluso una sátira debe respetar estos cánones para lograr efectividad. A McKay esta empresa parece quedarle grande e inundado en un mar de prejuicios, no alcanza a filmar más que una película de risas a cuentagotas.
•
Yendo a la historia en sí, nos trasladamos a Michigan, momento en el que una estudiante de astronomía (Lawrence) descubre una aterradora verdad. En 6 meses un cometa estallará en la Tierra y la destruirá por completo. Pero si hay un inconveniente mayor es que ni el Gobierno ni los medios le creen demasiado, minimizando completamente la cuestión.
Esta sátira, donde no se salva nadie, no es precisamente un canto a la sutileza, sino que su nivel de obscenidad la vuelve por momentos hastiante. Pareciera asomorar una especie de tufillo de superioridad desde cierta plana hollywoodense que se rie de algunos eventos desde una torre de cristal. Un lugar peligroso, que decanta en una suerte de "miren estos simios, la forma en que reaccionan, lo banales e irracionales que son".
•
¿No será momento en que cierto sector, extremedamente idealizado, realmente se identifique dentro del problema y no por fuera?. "No mires arriba" es una de las películas más cómodas que alguna vez ha filmado Hollywood. Exagerada a más no poder, lo evidente de su planteo da cuenta de una ausencia total de audacia en su razonamiento. Ininterminables 138 minutos que hablan más de sus carencias, que de sus virtudes.