Divertida de principio a fin, No miren arriba, con Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence y Meryl Streep, llegó a Netflix esta Nochebuena luego de estrenarse el jueves 9 de diciembre en pocas salas -como hizo Netflix con El irlandés hace un par de años- y ya es la película más vista en la plataforma de streaming.
Lo que plantea esta comedia delirante, absurda pero siempre eficaz, es que el destino de la humanidad no tiene remedio si quienes pueden hacer algo por salvarla no trabajan por el bien común.
Porque ¿cómo entender que dos astrónomos serios, interpretados por DiCaprio y Lawrence, no son escuchados como debería ser por la mismísima presidenta de los Estados Unidos (Streep), ni por los conductores de un exitoso programa de TV (Cate Blanchett y Tyler Perry) cuando les dicen que un cometa va a estrellarse con la Tierra en seis meses, y ocasionará el fin del planeta?
La primera, que tiene un look a lo Trump, y sonríe en autorretratos con Steven Seagal o Bill Clinton, está más preocupada por lo que puede suceder en las inminentes elecciones legislativas -parece que fue amante de alguien atrapado en un escándalo sexual-. Por eso los científicos deciden filtrar la noticia -el cuerpo celeste llegará en seis meses, y la cuenta regresiva sigue-. Los periodistas de la TV sólo quieren rating y mensajes ligeros.
Aguda sátira capitalista y política de Adam McKay, director de las candidatas al Oscar La gran apuesta y El vicepresidente, el realizador tiene un ojo puesto en la actualidad desde que abandonó sus comedias con Will Ferrell. El calentamiento global es lo que lo motivó a escribir esta película, que transformó en una comedia de catástrofe, en la que mientras el reloj y los días corren, los personajes de Leo y Jennifer no dejan de cambiar y enfrentar situaciones ridículas.
La respuesta final de la presidenta Orlean -demasiada casualidad que Streep tenga el mismo apellido que su personaje en El ladrón de orquídeas- será mandar, sí, como en Armageddon, a alguien que destroce la amenaza en pedazos. En vez de a Bruce Willis y otros, a Ron Perlman, interpretando un tipo “de otra época”, que es lo suficientemente políticamente anticorrecto -habla de indios, de gays y de niños de manera despectiva- como para no desequilibrar la comedia.
Lo de sátira capitalista va de la mano de Peter Isherwell, el personaje de Mark Rylance (Puente de espías), un mix entre Steve Jobs y Elon Musk, un multimillonario que, lo más importante, fue el mayor donante en la campaña de la Presidenta.
Entre lo absurdo y lo real, la película desanda sus casi dos horas y media con un ritmo que nunca decae. Y habría que preguntarle a McKay si el monólogo de DiCaprio no lo hizo como homenaje a Peter Finch en Poder que mata.
La canción Just Look Up, cantada por Ariana Grande, que compuso el tema y tiene un papel estelar en el filme, puede ser otra de las sorpresas que la película tenga en la temporada de premios que se avecina. DiCaprio y Streep están espectaculares, cada uno en su senda, él jugando con la ambigüedad que le da la fama, ella construyendo a un ser poderoso lleno de pliegues.
Y Lawrence sabe cómo exprimir a la astrónoma que le puso su apellido al cometa y estallará, llegado el caso, para hacernos reír cuando, si lo pensáramos dos veces, deberíamos preocuparnos.
Ese es uno de los méritos de McKay desde la silla del director: balancear la comedia, con sus momentos más frenéticos, con la crítica mediática y hasta la automedicación.
No miren arriba es de esas películas en las que uno, cuando se sienta a verla, presiente que la va a pasar bien. Y pasa. Aunque se acabe -o no- el mundo.