Un ejercicio de terror de endeble tensión dramática.
Ya decía Alfred Hitchcock que es mejor partir de un lugar común que llegar a él. No obstante, la gran mayoría de los exponentes del terror moderno, al parecer, empiezan de un lugar común… y se quedan allí. En vez de tomar un drama, meterle elementos de terror y decir algo sobre la naturaleza humana, la gran mayoría de esos exponentes se conforman con el punto de partida. Ese parece ser el caso de No Mires.
La gemela malvada
No Mires cuenta la historia de María, una adolescente que -salvo para ir a la escuela- se recluye en su casa. No conforme con tener que lidiar con sus padres insistiendo en que debe vivir una vida más normal, tiene que lidiar con los abusos de sus compañeros de colegio y una amiga que no pierde oportunidad de mostrarle su propia superioridad. Todo esto cambia cuando, mirándose en el espejo del baño, se encuentra con Airam, una personalidad idéntica a ella a quien María dará permiso para cobrar venganza de todos aquellos que la maltratan.
La tensión dramática varía entre lo escaso y endeble a lo directamente inexistente. La película tiene toda una primera mitad en donde la protagonista recibe todo tipo de bullying, y una segunda mitad en donde su gemela hace todo tipo de maldades sin que la protagonista pueda hacer nada al respecto. Tiene una propuesta temática sobre el discriminar a raíz de las apariencias, cuyo despliegue es errático. Y cuando elige dedicarle escenas completas recurre a la obviedad, la sexualización gratuita, e incluso el golpe bajo.
En materia actoral India Eisleyhace lo que puede en su doble papel, pero no logra explotar el complejo potencial de su personaje simplemente porque no lo hace el guion. Por los mismos motivos no pueden brillar un Jason Isaacs que obra de oficio y una Mira Sorvinoque no puede disimular un personaje sobre el cual no han trabajado lo suficiente. Ni siquiera las expresiones más trabajadas que le imprime consiguen salvarla.
En materia técnica predomina una paleta de colores mayoritariamente fría, un trabajo de cámara y montaje que responde al lucimiento actoral, y un cuidado trabajo de efectos visuales para crear la ilusión de dos personajes con una sola actriz. Prolijidad, en definitiva, pero no mucho más.