Una adolescente de dieciocho años sufre con su timidez el entorno hostil de sus compañeros. Sufre en silencio su pobre vida social y la mirada incomprensiva de sus padres. Pero mirándose al espejo aparecerá una imagen de ella que es el reverso de su personalidad. María se encuentra con Airam, su lado oscuro que le permitirá liberar todo aquello que tiene reprimido. Si ese figura es producto de su imaginación o no, no lo adelantaremos, pero la escena inicial de la película de pistas del posible origen de esta dualidad. María terminará pidiéndole ayuda a Airam cuando sus conflictos ya no parezcan tener solución.
Esta versión de doble personalidad, esta joven émula de Dr. Jekyll y Mr. Hyde tiene una estructura también muy parecida a una de las mayores obras maestras de la historia del cine argentino, El Retrato (1946) de Carlos Schlieper, protagonizada por Mirtha Legrand. Claro que el film argentino era una comedia, pero ese intercambio de roles partía del fracaso social de la protagonista, como aquí. Si una comedia de la década del cuarenta podía ser más sofisticada que este film de terror del año 2018 no es solo por el mérito de aquel clásico sino por las limitaciones de la película.
Toda la idea inicial que tarda en desplegarse luego se instala en un lugar completamente estándar, sin novedades, siempre subrayando todo para dejarlo demasiado claro, más allá de algún que otro detalle más sutil y momentos perturbadores, sin llegar nunca que la película se convierta en algo original o con el suficiente estilo como para diferencia de otras películas. Tampoco la historia se dispersa ni se va demasiado lejos, se mantiene cerca de la protagonista de forma sobria en comparación al género en la actualidad. No alcanza sólo con eso, pero es algo.