El costumbrismo como una nota al pie.
Quizás no sea demasiado conocido por estas latitudes, pero en Italia –gracias a sus trabajos para la televisión, sus discos y sus películas– Checco Zalone es casi tan famoso como la pasta al dente. Unido al realizador Gennaro Nunziante, el pelado Zalone viene encabezando una serie de películas que poco y nada le deben a la tradición de la commedia all’italiana y sí bastante más a la comicidad de la pantalla pequeña (el viejo e inoxidable sketch) y al trasplante de usos y costumbres de algunas comedias estadounidenses. ¡No renuncio!, con su título original Quo vado? –cuarta de esas colaboraciones en la pantalla grande– acaba de romper todas las expectativas comerciales en su país natal, y viene a ser al cine italiano lo que el díptico Ocho apellidos… al español. Al menos en parte: la idea del italiano en tierras lejanas y culturalmente diversas forma parte del núcleo de la comicidad del film, jugando el juego del reconocimiento de virtudes y defectos de origen.
Como su padre en la ficción, Checco (indistinguible separación entre actor y personaje) tiene un posto fisso, esto es, forma parte de la planta permanente de los trabajadores estatales de un pequeño pueblo de pescadores. Pero no es un ñoqui. Apenas –como soñaba con serlo el joven checo de Trenes rigurosamente vigilados– un oficinista aplicado, culo en la silla, al sellado de carnets de aprobación. Es a partir de una purga de empleados, ejecutada por una villana neoliberal de manual, y su negativa a aceptar la consiguiente indemnización, que comienzan las aventuras de Checco en los puestos más aislados posibles. Polo Norte incluido. La estructura episódica, la subtrama romántica que se establece a partir de su encuentro con una bella bióloga, la idea del crecimiento/maduración tardía recuerda sin demasiados esfuerzos a la temática central de muchas comedias made in USA, más allá del consciente y constante énfasis en la italianidad del personaje y sus actitudes.
Hay chistes objetivamente hilarantes, como el brevísimo momento en el que la mamma le ofrece, como vendedora de tienda de joyas, una caja aterciopelada con decenas de variedades de pastas para el almuerzo. O aquel otro en el que la aparición sucesiva de los hijos de su amada culmina en un gag visual de perfecto timing. La estadía en una ciudad noruega permite, nuevamente, poner en choque frontal el griterío y la puteada con el respeto extremo por los límites y la tolerancia absoluta a los tiempos de espera. Pero la suma, como suele ocurrir, no hace al todo y ¡No renuncio! se pone demasiado blanda cuando debería aplicar algo de oscuridad y el lugar del costumbrismo irónico es finalmente usurpado por el voluntarismo de la historia y los personajes. Ejemplo contemporáneo de la comedia nacional y popular del país con forma de bota, lo de Nunziante/Zalone es apenas una nota al pie de la industria que supo hacer de la comedia un arte rico, recio y orgulloso.