La italianidad al palo
Es difícil ver “No renuncio” sin ignorar el contexto local de achicamiento del Estado que ocurre en nuestro país. También es increíble como los chichés y los gags, con los cuales castiga a los empleados del Estado, remiten al imaginario local. Como si en el resto del mundo no tuvieran los mismos prejuicios.
Sin entrar en la discusión sobre la verosimilitud, o no, de lo que expone la película, “No renuncio” trata el tema disponiendo de un efectivo humor “fácil”. No por nada, la cuarta colaboración entre Checco Zalone (humorista, guionista y protagonista del film) y el director Gennaro Nunziante fue la comedia más exitosa de los últimos tiempos en Italia.
Desde el principio, Checco nos hace reir con sus desgracias, luego de ser capturado por una tribu africana, a la cual le debe contar su historia de vida para safar de la muerte. Se trata de un personaje que desde el principio de su vida sabía que quería ser un funcionario del Estado, para aprovecharse de las claras ventajas que ese trabajo tiene.
Tiene quince años de servicio expidiendo las licencias de caza y pesca. Vive feliz en la casa de sus padres, está “enamorado” de su madre, y está de novio con una chica con la cual no está interesado en formalizar nada. A menos que haya un interés mutuo de por medio.
El problema empieza cuando el Estado italiano tiene la intención de modernizar (¿les suena?) el sistema y restablecer todo el sistema de empleados públicos. Y el protagonista no está dentro de las excepciones establecidas, por eso lo invitan a renunciar con una jugosa indemnización o a aceptar traslados a regiones remotas de Italia.
Incentivado y motivado por el Senatore Binetto (Lino Banfi), que acomodó a toda su familia durante generaciones, Checco acepta y desafía al sistema actual aceptando un incomodo traslado a Noruega para trabajar como guardián de una estación científica italiana en el Polo Norte. Allí conoce a Valeria (Eleonora Giovanardi) que genera un cambio en su vida en todo sentido.
Más una crítica que un festejo de lo que significa ser italiano. Una aceptación de lo que es Italia como país. Por eso se explica su éxito y su gran taquilla, porque toma muchos aspectos del sentido común de Italia como su machismo a ultranza, o la diferencia con la vida en los países nórdicos “civilizados”. También se trata de una burla al italiano que se va.
Y una clara referencia al kilombo diario y el poco respeto de las normas de los italianos, o a la fuerte burocracia estatal y la influencia de la mafia del sur del país. Tantas cuestiones que no tiene sentido mencionar y muchas que quizás siendo extranjeros nos perdamos, pero que todas ellas juntas hacen al italiano y, en cierto modo, al ser occidental en general.
El film no se destaca en otra cuestión que no sea la humorística. Incluso al protagonista le alcanza con hacer un papel modesto para generar las continuas risas. “No renuncio” se destaca por sí misma. Sobre el final el film se cae con la cuestión amorosa y la moraleja que debe dar. Pero sin dudas se trata de una película de humor simple y que hace reir. Y mucho.