Aquí está el ejemplo de que cuando el cine toma un tema del cotidiano y lo explora en profundidad se puede alcanzar, desde la simpleza del tratamiento, una propuesta interesante y que además funcione universalmente.
“¡No Renuncio! “ (Italia, 2015) de Gennaro Nunziante, trabaja con lo popular desde el conocimiento del espectador de una creencia sobre los empleados públicos y la lleva al límite en la figura de Checco (Checco Zalone), el encargado en un perdido ministerio de producción que se pasa la mayor parte del día recibiendo “regalos” de aquellas personas que se acercan para solicitarle un permiso.
Detallado con trazos gruesos y con la clara convicción de dejarlo parado como un parásito, que no sólo vive del Estado sin hacer nada, sino también de sus padres y de su novia, la acción del filme arranca cuando, perdido en el medio de la selva africana y abordado por el jefe de una tribu que sólo le salvará la vida si comprende que su historia de vida lo amerite, Nunziante, elige el flashback para relatar los hechos por los cuales Checco llegó ahí.
Así, el hombre comienza a detallar cómo es que una decisión de “limpieza” en el Gobierno terminó con su sueño de trabajo sin trabajo eterno y puso en vilo su continuidad como empleado estatal al proponérsele una suerte de retiro voluntario que él, como lo avisa el nombre del filme, no aceptó.
Pero esa tarea de no renunciar no le será fácil, ya que la fría y distante encargada de Recursos Humanos (Sonia Bergamasco), además de intentar negociar con él la salida del Estado, ante cada negativa de Checco decidirá redoblar la apuesta y enviarlo a los lugares más distantes de Italia en los que una dependencia Estatal pueda requerir un “ñoqui” como él.
Y en ese deambular eterno por lugares, algunos más acogedores que otros, Checco, sin darse cuenta encontrará el amor (Eleonora Giovanardi) en la figura de una mujer libre de ataduras físicas y mentales que lo transformará casi sin esfuerzo.
“¡No Renuncio!” se inscribe en una línea de cine popular italiano del que pocas veces llegan a estas latitudes propuestas, y evoca a la imaginería de filmes que desde lo cotidiano logra empatizar con el espectador sin propuestas ambiciosas, sino, todo lo contrario.
El carisma de su protagonista (Zalone) y su capacidad para hacer de su personaje un ser entrañable, a pesar de todos los componentes detestables que posee (misógino, retrógrado, corrupto, ambicioso, etc.), es uno de los hallazgos del filme.
La estructura de comedia clásica, con el agregado de humor que linda lo bizarro, lo escatológico y lo soez, además, dota al filme de un acercamiento desde lo narrativo y su guión a la nueva comedia americana, pero sin perder su identidad como producto.
En cada gag y punchline, en cada línea que Checco dice a sus padres, su ex novia, y en la negativa a renunciar por un mandato que le ha sido impuesto y a la vez delegado en el mismísimo momento en el que aceptó ser parte de la burocrática e inmensa estructura estatal, hay una profunda reflexión sobre la exageración en la construcción de los equipos de trabajo gubernamentales, en los que siempre, como el personaje, hay uno (o varios) que sólo quieren sacar rédito a su posición.
“¡No Renuncio!” no da respiro con su atiborrado guión y la exposición total del protagonista para componer a este Checco, ejemplo de lo peor de todo aquello que se puede encontrar en cualquier dependencia estatal, y como bien ha sido reflejado por varios productos locales (“La Clínica del Dr. Cureta”, “Relatos Salvajes”, etc.), necesita más allá de un trabajo de un equipo de recursos humanos, de la extirpación total para sanear los Gobiernos.