¡No renuncio! es una parodia repleta de malos gags, de chistes reciclados, y de actuaciones exageradísima. ¡No renuncio! vendida con una tagline rimbombante – “la comedia italiana más taquillera de todos los tiempos”- y con un afiche horrible, es una película que intenta hacer una caricatura del empleado público sin causar demasiada gracia. Explorar en la burocracia estatal, puede ser interesante, pero cuando a los quinces minutos de película se devela el chiste del “sello” –universalmente conocido- y se chicanea con señoras – benditas empleadas públicas- que se toman el té y se hacen la manicura en horario de trabajo todo resulta paradójico o sin sentido. La risa dura, lo que dura ese chiste, o sea quince minutos, momento en donde el protagonista Checco Zalone – dicen que en Italia es un capo/cómico- , un pelado de treinta y pico se describe como un ferviente, orgulloso y “aburguesado” empleado público. No es detalle menor que el personaje del Sr. Zalone, quien además de actuar es guionista de la película, también se llame Checco.
Esto es bien de telefilm, o sea el “cómico” de moda interpreta un trípticos de comedias populares – Che bella Gionata, Cado dalle nubi, etc que por suerte no ví.- con diferentes temáticas telúricas. La estética de televisión se atesora desde la primera escena. Todo funciona con la liturgia de la tele. Checco es secuestrado por una tribu en Africa (¿?) quien amenaza con matarlo. Pero, acto seguido, le da como opción de “salvación” escuchar su historia de vida, si el jefe de la tribu cree que su vida es relevante le da la suerte de seguir viviendo. De ahí una historia facilista, poco original y débil de guión se adueña de un metraje que aburre. El delirio, sumado a la verborragia insoportable de Checco, demuele una película que no tiene ni un gag hilarante (bueno el del sello me hizo reír un poco).
La ironía se usa de un modo poco inteligente, de manera soez. Checco es visualmente desagradable generando rechazo en los espectadores. Zalone intenta reírse de sí mismo, pero ese auto boicot se vuelve incluso presuntuoso. La desmedida y recurrente muletilla del tano bruto, ventajero, malcriado por la “mamma”, y egoísta irrita. Checco cuenta su historia de vida, que va desde una viaje a Noruega hasta enamoramiento con Valeria – Eleonora Giovanardia es lo único bueno de la película- quien intenta hacerlo cambiar. Pero ¿se puede cambiar la idiocracia italiana?, por ahí va ¡No renuncio! – el título alude a perpetuarse en la planta permanente del estado- una película burda, y con un personaje principal que cae mal. Uno sale del cine con ese ánimo de gastada, como si le hubieran librado una broma pesada, si puede evítela.