Hecha con mínimos recursos pero con mucho ingenio y oficio, esta nueva y muy exitosa película del director de Posesión infernal lo ubica como uno de los directores de moda en Hollywood.
En lo que viene siendo un muy buen año para el cine de terror, no sólo en lo comercial sino gracias a algunas películas originales de muy buena calidad (y hasta secuelas como El conjuro 2), No respires, de Fede Alvarez, es una verdadera sorpresa. Es cierto que el realizador uruguayo que llegó a Hollywood gracias a una serie de efectivos cortos que subió a YouTube y que fueron admirados nada menos que por Sam Raimi, quien lo adoptó como parte de su equipo, ya había filmado Posesión infernal, remake de Evil Dead, con la aprobación y beneplácito del propio Raimi (responsable de la original), pero aquella versión no era particularmente notable. Funcionaba relativamente bien, pero se perdía en medio del océano de innecesarias remakes. Y de litros de sangre…
No respires es un caso muy distinto. Cuando Alvarez podría haber pasado a las “ligas mayores” dirigiendo alguna superproducción (se lo rumoreó ligado a varias), el muchacho decidió juntar a su equipo creativo de siempre y hacer otro film de terror, uno que al menos en apariencia luce más barato que el anterior. Ser fiel a sus necesidades creativas y no a las del mercado no es algo habitual en Hollywood, pero Alvarez lo hizo y al final no sólo logró una muy buena película de género (mejor que la anterior) sino que la convirtió en uno de los sorpresivos éxitos de taquilla de la temporada.
Como la reciente Miedo en lo profundo, la película de Alvarez se apoya en mínimos elementos para construir su tenso relato. Tras un comienzo en el que se presentan a los personajes, sus situaciones y acciones (tres jóvenes que roban casas en la zona de Detroit, cada uno metido en eso por diferentes motivos), el film se vuelve una cacería casi sin diálogos en una casa en particular que el trío no tuvo mejor idea que asaltar.
Se trata del hogar de un militar retirado que, según el dato que ellos tienen, posee en su casa 300.000 dólares que les ganó en un juicio a la gente que mató a su hija en un accidente de tránsito. El hombre no solo es mayor sino incluso ciego, por lo que para los chicos el asunto parece muy fácil. Pero no lo será. Entre el entrenamiento militar, las habilidades casi sobrehumanas desarrolladas para sobrevivir en la oscuridad total, un entrenadísimo y violento perro y la agresión contenida del musculoso veterano, el militar en cuestión (encarnado por Stephen Lang, de Avatar) se convertirá en una pesadilla para este trío de inexpertos ladronzuelos.
Si bien se puede considerar a No respires más como una película de suspenso que una de horror, por lo gráfico de su violencia y las revelaciones narrativas de la segunda mitad del film no está mal darle entrada de lleno al género. Alvarez plantea un largo juego de gato y ratón en la oscuridad de la casa del veterano ciego, en la que los protagonistas –tan o más “villanos”, en principio, que él– tienen todas las de perder. Como en buena parte del cine de terror actual, la más resoluta e inteligente a la hora de superar problemas es la chica, una sobreviviente del más purowhite trash llamada Rocky.
La película no da respiro y, si bien la oscuridad casi absoluta de una buena parte del relato puede volverla visualmente agobiante, se reserva una serie de sorpresas (y de, en principio, bienvenidos exteriores) en su largo e intensísimo desenlace. Efectiva, económica, intensa, No respires tiene algo también de la reciente Cuando las luces se apagan, pero con mucho más talento detrás de las cámaras, trabajo de un director que puso el ojo en el centro de la acción y que –salvo por una repulsiva pero efectiva situación que ya descubrirán– no le dio demasiados giros extraños al asunto.
Es deseable que esta vuelta a lo básico del nuevo cine de terror y suspenso –llevado a Hollywood, en muchos casos, por directores extranjeros como Alvarez, el argentino Andy Muschietti, el español Collett-Serra, el sueco David Sandberg o incontables asiáticos– sea más que una moda y se convierta en un recambio generacional y de estilo. Acaso no alcance para volver a la época dorada del género de los años ’70 y primeros ’80, pero las referencias son esas. Y el talento está ahí.