Terror del bueno
El cine de terror norteamericano tiene una gran recepción en Argentina, motivo por el cual se estrena el 90% de la producción, algo que no sucede con otros géneros. Este dato implica que casi todas las semanas tenemos en la cartelera un nuevo producto del género. Por supuesto la variedad convoca a todo tipo de películas: las buenas, las malas, las regulares y, en menor medida, las muy buenas. No respires (Don't breathe, 2016) es una de las muy buenas.
De manera muy astuta el film de Federico Álvarez (el uruguayo que ya incursionó en Hollywood con Posesión Infernal, la remake de Diabólico) retoma los tópicos del género pero modificando los motivos de sus personajes. Aquí hay una situación de encierro y peligro en una casona embrujada como en tantas otras películas de terror, pero no son un grupo de adolescentes que van a pasar un fin de semana a la casa junto al lago, sino un grupo que entra a casas deshabitadas a robar sus pertenencias. Cansados del poco valor que consiguen a cambio, deciden cruzar un límite más en cuanto a delincuencia se refiere: robar dinero a un anciano ciego. Sucede que este anciano no es un “pobre hombre” como a simple vista parece serlo. Es ex combatiente de la Guerra del Golfo y tiene varias formas de aniquilación al alcance de su mano. Si, otra vez adolescentes atrapados en una casa con su vida en juego, pero con motivos mucho más interesantes, tanto desde el lado de ellos (el dinero) como del lado del anciano (vengar la muerte de su hija). Nadie es bueno, todos tienen intereses que los llevan al riesgo dejando a la ley (policía) de lado.
El otro factor muy bien explotado son los recursos cinematográficos del género. La ceguera del hombre potencia la utilización del sonido, nunca tan fundamental como en este caso. Cualquier mínimo movimiento es detectado por el anciano lo cual supone de ante mano un atraco fácil de realizar, salvo que la casa también está en penumbras y dificulta la visibilidad de los jóvenes ladrones. Escapar también será complicado. Ahí aparece otro elemento importante en el terror: la iluminación. Lo que se ve y lo que no sugiere temor y tensión por igual, poniendo vértigo al tiempo real en el que suceden los hechos. El fuera de campo cambia su sentido constantemente con aquello que no vemos y sólo escuchamos indicios.
La dirección de Federico Álvarez refuerza todo lo mencionado, con una cámara en constante movimiento -sin nunca saturar al espectador- que circula por los reducidos espacios alrededor de los personajes, resaltando sus expresiones (de miedo, de furia) con primeros planos y exponiendo el reducido campo de visión que dificulta la huida. Los movimientos de cámara son coreográficos con un dominio excelente del espacio.
No respires es una pequeña gran película que, consciente de sus limitaciones (de espacios y personajes) sabe como explotar al máximo los recursos con los cuenta. El resultado es un film que te tiene atado a la butaca quitándote la respiración por momentos. Como el título pre anuncia.