Prepárate para vivir hora y media de tensión (de principio a fin) en la última cinta del director uruguayo.
Estamos ante un film muy inteligente. A veces tener recursos no es sinónimo de calidad y Federico Álvarez (Evil Dead) lo demuestra. Con cinco personas, una casa antigua, un perro y buen manejo de cámaras logra contar una historia de una tensión apabullante que no da respiro hasta el último minuto.
No es una película pasiva, a lo largo del metraje hay virajes y sorpresas que, a la par de los planos con cámara en mano, generan dinamismo y un ritmo agotador. La trama es simple. Se trata de tres amigos que hastiados de sus vidas roban en casas “seguras”, donde saben que los dueños no están. Ellos planean cuidadosamente sus atracos, hasta que un día se enteran de que un veterano de guerra ciego posee en su hogar una cifra muy alta en dólares. Lo que parece presa fácil se convierte en un infierno absoluto.
La película se podría dividir en dos partes. La primera, un poco más lenta, realiza la presentación de los personajes y su contexto. El film se sitúa en una Detroit económica y moralmente destruida, en la que lo único que desean las personas es huir y rehacer su vida en otro lado. Impulsados por esta situación, la intención de los protagonistas es recaudar dinero —mal habido— para trasladarse a California.
El segundo tramo transcurre dentro de la casa y es adrenalina pura, una verdadera cacería. Una zona de guerra donde lo único que importa es sobrevivir. Fede Alvarez supera con creces su película anterior con buenas ideas, creando climas asfixiantes y sumando un ingrediente social que aporta una visión más amplia a la historia. La premisa de No respires se cumple a la perfección.