Francella a la mexicana
La mexicana No se Aceptan Devoluciones (2013), es una comedia sobre la relación entre un padre y su hija, que comienza con un humor disparatado, algo burlón al mejor estilo Guillermo Francella, para tornarse sobre el final en un melodrama con aires de culebrón.
Dirigida y protagonizada por Eugenio Derbez, en su debut detrás de cámara, No se Aceptan Devoluciones cuenta la historia de Valentín, un mujeriego que vive en Acapulco subalquilando su departamento a turistas extranjeras con quienes tiene sexo. En su mejor momento de soltería aparece una ex novia y le deja una beba, hecho que cambia rotundamente su vida y lo obliga a viajar a Los Ángeles en busca de la madre de la niña. Allí conseguirá trabajo de “doble de riesgo” en cine y forjará una fuerte relación con la pequeña hasta que cumpla los siete años. Pero justo cuando dejaron de buscarla, la madre aparece reclamando por su hija.
Resulta que Eugenio Derbez es para México como Guillermo Francella para la Argentina: un cómico súper reconocido cuyo público siempre lo acompaña y convierte en éxito los productos en los cuales figura. Por supuesto nos referimos al Francella de Corazón de León (2013) y no al actor que supo intervenir en films catalogados de “serios”, entre los que se encuentra la mexicana Rudo y Cursi (2008), dirigida por Carlos Cuarón.
Corazón de León plantea una historia con un entramado humorístico pero que apela a la ternura y emoción del espectador, con una supuesta critica social para no cambiar nada. No se Aceptan Devoluciones hace lo propio pero desde un relato con mayores similitudes a Un papá genial (Big Daddy, 1999), Un gran chico (About a boy, 2002) o La vida es bella (La vita è bella, 1997). A esta última hace referencia el director en su intento de aventura cinematográfica, y lo hace desde la idea de fantasía siempre presente entre padre e hijo para hacer digerible los golpes de la vida, aunque aquí no haya una tragedia semejante al Holocausto.
En la línea de la fantasía se encuentra el punto fuerte del film de Derbez, tema central de la película, que visualmente puede notarse en las novedosas animaciones que funcionan detrás de los títulos de crédito y en las historias expuestas en las cartas de la madre a la niña. También en el orden de lo visual aparece el conflicto interno del desaliñado protagonista: el miedo. Le teme a todo y aparece simbolizado en un lobo feroz que merodea cada situación atemorizante para él. Otro de los elementos a rescatar es el manejo del humor a través de diálogos elocuentes: chistes sobre los lugares comunes del “sueño mexicano” al cruzar la frontera como ilegales, al supuesto mejor estilo de vida en Estados Unidos, o al cine de Hollywood como máquina de ilusiones.
Sobre la segunda mitad, la película abandona la comedia y se vuelca de lleno al melodrama: los buenos y malos ya no serán tan difusos como en la primera parte, sino que estarán bien determinados narrativamente. Los giros necesarios del guión se notan forzados, para apelar a la emoción mediante situaciones sentimentales y extraerle una lágrima al espectador. El culebrón mexicano se hace presente.
No se Aceptan Devoluciones redondea un correcto producto del género, aunque desparejo en algunos tramos. Derbez demuestra un profesional manejo del mismo, pero gana definitivamente al trasmitir su carisma -y el de la niña Loreto Peralta, que interpreta a su hija-, ubicando a la platea de su lado. Igual que Francella pero en México.