Uno podría preguntarse muy ingenuamente cuál es la razón de que éste catalogo mejicano de golpes bajos se estrena en Argentina y no suceda lo mismo con las producciones de Arturo Ripstein.
La respuesta más inmediata estaría dada por ser la producción latinoamericana que más dinero recaudó en el gran país del norte, alrededor de los 40 millones de dólares, de un total de más de los 100 millones en todo el mundo. ¿Significa algo?
¿El Dios del dinero da cuenta de la calidad artística de la película? Absolutamente no.
Hay muchas formas de definir esta consecución de imagen y sonido de manera sintética: ¿Una nueva, retrograda y muy mala versión, de “El pibe” de Chaplin, estrenada en 1921?
¿A medida que avanza el relato, por cuestiones de desarrollo de la interacción de los personajes, hasta podría ser una secuela (en términos patológicos) de la deplorable “La vida es bella”, de 1997)?
¿Del mismo modo podría considerarse una versión sumergida en lavandina de “Kramer vs Kramer” (1979), pero con mayor cantidad de patadas a los órganos sexuales, masculinos y femeninos?
Si fuese boxeo, la descalificarían por reiteración de golpes bajos.
Podría seguir con las definiciones, pero eso hasta carece de importancia cuando se comienza a desgranar el producto.
Comienza con un narrador en off, Valentín (Eugenio Derbez), que nos contará su propia historia desde que era pequeño, así veremos como su padre lo obligo a enfrentar a todo aquello que le producía temor, lo que da lugar a que seamos testigos de una prosecución de escenas muy lamentables que intentan ser graciosas y sólo producen desazón.
Elipsis temporal mediante, nos encontramos en Acapulco donde Valentín es ya todo un play boy que cambia de mujeres como quien cambia de calzoncillos, siempre con el mismo recurso de utilizar una frase hasta que suene simpático, empero el punto es que la previsibilidad produce el efecto contrario.
Hasta que un día llega a la puerta de su departamento Julie (Jessica Lindsey) portando una beba en brazos, él ni reconoce a la madre, por lo que tenemos que suponerlo a Valentín una especie de Julio Iglesias (el cantante que es el hombre de lengua española que tuvo más mujeres en su vida).
Ella le deja la beba, le informa que es su hija y se esfuma. Así comienza ese relato mil veces visto del hombre vulgar, irresponsable, aquí presentado como con pánico al compromiso, quien debe hacerse cargo de una nena, ergo padre a la fuerza.
En su intento desesperado por devolver la nena a la madre viaja a Los Ángeles, donde queda varado, sin dominar idioma inglés y con una bebe de nacionalidad estadounidense. Por suerte para él consigue trabajo de doble de riesgo en producciones de cine de bajo presupuesto.
La evolución de la relación entre padre e hija es mostrada a partir de saltos temporales hasta llegar al cumpleaños numero 7 de Magiie (Loreta Peralta). Hago un impasse, para decir que ésta niña actriz es lo único rescatable, o lo mejor del filme, sería no sólo injusto, sino reduccionista, pues en realidad es lo único bueno.
Retornando. Ese padre construye un mundo de fantasía alrededor de la nena: la llena de juguetes, le falsifica cartas de la madre haciéndole creer que es una mezcla de la Madre Teresa de Calcuta, Florence Nightingale, Dian Fosse y Maria Sharapova, quien debe viajar por el planeta salvando la humanidad, lo que le da a la nena un sentido de la realidad tergiversada, que le repercutirá en la relación con los otros niños en la escuela.
Tiempo después reaparece Julie reclamando a la criatura, lo que transforma ese intento de comedia berreta en un drama, que desde sus formas y contenidos esta más cercano al culebrón mejicano que a una tragedia griega.
El punto es que a la mitad de la narración un médico, personaje que no volverá a aparecer, le plantea al héroe de la historia, y simultáneamente al espectador, un interrogante en formato de duda existencial, poniendo cara de congoja suprema y sólo con la frase “el tratamiento no dio resultado”, un supuesto enigma proclive al suspenso doloroso, el problema es que faltándole el respeto a la concurrencia del cine, ese misterio está respondido desde el inicio por el narrador, lo que no le quita méritos de transformarse en el último gran golpe bajo de esta producción
El título en inglés, vaya uno a saber porque, es “Instructions not included”, en ese sentido está promocionado el filme, como si los padres que buscan serlo supieran de antemano qué es ser un buen padre, dando por tierra las implicancias que determinan que los hijos enseñan a sus progenitores a ser padres.
Lo que termina por derivarnos en la explicación del éxito. Eugenio Derbez , aquí también en la función de director, es uno de los actores de la televisión mejicana de mayor éxito en los últimos años 15 años, la comunidad hispanoparlantes de los EEUU consume mucho la programación de la TV azteca, por lo que se explica el éxito remunerativo de la producción.
La gente que dejo sus morlacos en las boleterías no son asiduos cinéfilos, sino cautivos de la caja boba familiar.
Una realización de formulas ya vistas, de formato televisivo, que termina por ser un culebrón con tentativas lacrimógenas, con intentos iniciales de comedia pasatista muy estúpida; con un final que la instalar como un ejemplo de cine de los años ‘30, sin el romanticismo naif de la época.
Definiendo, atrasa más de 80 años.