Eugenio Derbez es un ícono de la comedia mexicana, sobre todo por su papel en la serie televisiva “La familia Peluche” y por ponerle voz en español al inolvidable personaje de Burro en toda la saga Shrek. Esta vez se involucra en la pantalla grande dirigiendo, coguionando y protagonizando su primera película; la cual resulta haber recaudado millones de dólares y conquistado otro tanto de corazones tanto en México como en los Estados Unidos.
La historia que nos plantea es de lo más realista y actual: Valentín, un soltero mujeriego ve interrumpida su libertina vida por la llegada de una niña, su hija. A partir del minuto en que la madre se la deja en brazos y los abandona, Valentín comienza una serie de rápidos procesos que lo llevan a la aceptación feliz de vivir como padre soltero, habiendo pasado por la negación, el tedio, el encariñamiento, miedo… sobre todo miedo. Es que la vida de Valentín y sus obstáculos han sido siempre medidos por el miedo y el poder enfrentarse a éste. Por supuesto que, luego de que nos encariñamos con la adorable niña, y que la dupla padre/hija es inseparable, nos tiran el golpe bajo: la madre quiere verla y quiere llevársela.
Estamos en frente de una comedia mexicana for export, que presenta la realidad de muchos inmigrantes mexicanos en Norteamérica, que mezcla ambos idiomas y costumbres. El humor es así, universal, aunque encontramos varios pasajes crítico cómicos al estilo Derbez que le dan toques localistas interesantes, sumados al imponente paisaje de Acapulco que funciona como personaje dentro de la historia infantil de Valentín. Y es que su pasado y su relación con su padre es lo que le ha permitido enfrentarse a sus mayores terrores, incluyendo esta niña que cae en su vida como una bomba de tiempo. Es así que cada uno de sus miedos más grandes se convierte en la fortaleza para enfrentar cuestiones de la vida adulta; y ese es el tópico que recorre todo el film como leit motiv de cada acción.
Lo que sí podemos decir es que esta ópera prima ha encontrado el modo de insertarse en un mercado fílmico muy abarcativo, no se posiciona en el espacio tradicional de la comedia yanqui ni por eso deja de ser comercial. Recoge a su vez, influencias obvias con La vida es bella, I am Sam, Kramer vs Kramer, sólo que se posiciona en un tiempo muy actual contando una historia sin tiempo y esencialmente tierna. Ahora, la originalidad del relato residirá en el final sorpresivo y en el manejo que se logra del espectador para desviar su atención de lo que realmente está sucediendo y lograr un efecto sorpresa muy contundente.
No se aceptan devoluciones es un film sobre todo muy divertido, con grandes cuotas de emotividad y golpes bajos. Derbez logra llegar a su público local, al latinoamericano en general y conquista a la industria más poderosa del cine. Si bien podemos encontrarle millones de clichés y escenas predecibles, también podemos apreciar cómo se logra hacer llorar y reír a un público enorme, algo que no se ve demasiado en estos días.