El estreno en salas argentinas de No se aceptan devoluciones viene de la mano de la sorpresa que generó en tierras norteamericanas, donde se convirtió de la noche a la mañana en un éxito taquillero hispano parlante. Convirtiéndose rápidamente en un boca a boca impresionante, la producción de 5 millones terminó con 90 de recaudación, algo impensado si nos atenemos a la trillada y pasatista trama que nos ofrece el director y protagonista Eugenio Derbez.
El playboy que se dedica a malgastar su vida conquistando incautas extranjeras hasta que le llega el momento de la verdad con la aparición de una hija bebé no es la invención de la rueda, y hasta podría funcionar con el inusual trabajo que consigue Valentín para darle sustento a la familia que le acaba de caer del cielo. No hay problemas hasta aquí, la relación entre el carismático Derbez y la pícara Maggie de Loreta Peralta tiene la suficiente química para llevar adelante la historia que contiene varios momentos agradable y cómicos, y hasta hacen que uno se olvide de los flagrantes errores de elenco, donde los secundarios se dedican a dar lástima en mediocres actuaciones.
No hay una gran diferencia entre el comediante Derbez y un Adam Sandler, digamos, y el humor sigue la línea de comedia de los esperpentos del americano, con un sabor mas continental. Donde el terreno se vuelve cenagoso es con un giro melodramático por demás injusto y hasta innecesario, que invierte el gran esfuerzo que le costó a la comedia de hacer sentir a gusto al espectador con demasiados elementos prestados. Es como estar viendo Grown Ups y que de buenas a primeras la película se transforme en My Sister's Keeper con tal de generar una lágrima en la audiencia, y se genere el tan sabido comentario "para reír y para llorar de emoción y alegría".
No se aceptan devoluciones no aporta nada nuevo, es lo mismo que ya se ha visto hasta ahora, pero tiene a su favor que lo protagoniza una dupla querible y entrañable. Lamentablemente, la película se inclina en su final por su lado más dramático que hace que todo lo que hemos visto a ese momento pierda su gracia.