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Thriller francés centrado en un extraño crimen.
Algunas películas son porciones de vida, las mías son porciones de torta”, decía Alfred Hitchcock, y si bien la frase está gastada por el uso, se aplica a la perfección a No se lo digas a nadie , el enrevesado thriller de Guillaume Canet, que bien podría ser una sumatoria de temas y situaciones “hitchockianas”: una combinación de Intriga internacional con Vértigo , con un poco de Psicosis y algo de El hombre equivocado .
Al ser un filme francés, acaso por costumbre, el espectador se quede esperando un mayor grado de realismo psicológico. Pero si bien la película arranca por ese lado (casi como un drama sobre un hombre perturbado por el misterioso asesinato de su mujer, ocho años atrás), pronto nos daremos cuenta que hemos entrado en un juego de trampas y vueltas de tuerca, de persecuciones y falsas pistas, y lo mejor será dejar de lado cualquier exigencia de realismo y entregarse al rompecabezas que propone Canet y su gran elenco.
No se lo digas...
retoma la vida de Alexander (Francois Cluzet, cada vez más parecido al Dustin Hoffman de los ’70), justo en el aniversario de la muerte de su esposa, un crimen extraño del que muchos lo consideran sospechoso, pero nunca han encontrado pruebas en su contra. Dos hechos se unen ese día para reavivar el caso: aparecen los cuerpos de dos hombres en la escena del hecho, uno de los cuales tiene una llave a un locker de Margot (Marie Josée Croze) que contiene reveladoras fotos. El otro es aún más misterioso: Alex recibe un e-mail que lo lleva a ver un video en el que aparece Margot viva, caminando por las calles. Ahora.
Describir lo que sucede después tomaría cien líneas y arruinaría buena parte del entramado que la película ofrece al espectador, una suma de eventos acaso excesiva para una sola película (hay material para una miniserie) y que va llevando la trama hacia un juego de dobles, espejos, engaños y secretos, y que, paralelamente, ofrece la tarea de un grupo de notables actores, desde André Dussolier a Kristin Scott-Thomas pasando por Francois Berléand, Natalie Baye, Jean Rochefort y el propio Canet, en un rol pequeño pero clave.
Las derivaciones del caso llevarán a Alex a fugarse cuando las evidencias parecen volver a implicarlo, a ser perseguido por matones enviados por alguien que no se sabe quién es, a hacer su propia investigación de lo que pasó, a unirse a una banda de matones y, más que nada, a averiguar si su mujer continúa viva o si está siendo víctima de alguna trampa.
Canet narra con notable eficiencia esta adaptación de un best seller de Harlan Coben (coguionista), un escritor estadounidense, algo que se nota a partir de su mayor preocupación por los mecanismos de la trama que por la plausibilidad, lógica o realismo de los hechos.
No se lo digas a nadie necesita un espectador dispuesto a entrar en ese juego y no uno que se la pase buscando los agujeros narrativos que existen (¿por qué hizo esto y no lo otro?, ¿cómo zafó de esa situación?, etc.) en la trama.
Volviendo a Alfred Hitchcock: “Verosimilistas, abstenerse”. Los demás, a disfrutar.