Un policial desconcertante, con demasiadas vueltas de tuerca. Decididamente, Guillaume Canet, actor y director, no está a la altura de maestros del género como Jean-Pierre Melville o Claude Chabrol. Esta intriga, por la cantidad de personajes y situaciones funcionaría mejor como culebrón televisivo. En el Hollywood clásico, todo estaba muy claro desde el vamos, porque se sabía que el espectador no vuelve atrás. Acá, la claridad es lo de menos. Alexandre Beck es un pediatra feliz, enamorado de su mujer, hasta la noche fatal en que van a bañarse a un río y su pareja acaba asesinada en circunstancias muy oscuras. Ocho años más tarde, todavía lo atormenta el recuerdo. Más aún, cuando se encuentran dos cadáveres en la escena del crimen y la policía reabre el caso, ensañándose con Beck, a quien señalan como el principal sospechoso. F. Cluzet se lo pasa corriendo durante toda la película, perseguido por una trama impiadosa que multiplica enigmas a cada paso.