De Entre los Muertos
Hace más de 50 años, el maestro del suspenso Alfred Hitchcock, nos traía en una de sus mejores obras, Vértigo, la historia de un hombres obsesionado con una mujer muerta. El director hizo pasar al bueno de Jimmy Stewart por un detective que le quería hacer el amor a un cadáver y por eso transformaba a una simpática modelo en el “cadáver”. Por supuesto, al final, la modelo y la muerta eran la misma persona, todo formaba parte de un plan macabro, y el personaje se curaba del miedo a las alturas a la fuerza. Pero lo que realmente le interesaba al morboso del director era el hecho de que un hombre se pudiese enamorar de una muerta.
Vértigo estaba basada en una novela de los franceses Pierre Boileau y Thomas Narcejac llamada “Entre los Muertos”.
En No se lo Digas a Nadie, el protagonista, el Dr. Alex Beck (Cluzet) se obsesiona con encontrar a su ex mujer fallecida, porque cree haberla visto en un video, enviado por ella, tras 8 años de haber sido asesinada. A la inversa de Vértigo, se trata de un film francés que adapta la novela de un estadounidense.
El director, es Guillaume Canet, un reconocido actor al que le fue bastante bien con su ópera prima, y para este segundo largometraje convocó a un verdadero seleccionado de actores para un thriller que, al menos durante 105 minutos o un poco más atrapa y tensiona mejor que uno de los últimos thrillers estadounidenses.
Por supuesto, si detrás de la producción está Luc Besson, el ritmo adrenalínico está asegurado, pero la calidad y sutileza cinematográfica de esta película supera a todas las que ha producido el director de Azul Profundo.
Es que Canet, más allá de darle ritmo, generar buenas escenas de suspenso, y crear escenas secuencia, le agrega un toque de lirismo que escasea últimamente en el cine francés más comercial contemporáneo.
La película va sumando personajes, subtramas y giros argumentales. Tras la primera escena en la que se ve que Margot, la mujer de Alex es secuestrada, pasan 8 años y nos enteramos a través de flashbacks que Alex estuvo en coma y ella murió asesinada por dos ladrones que se querían hacer pasar por un asesino serial de moda. Cuando ambos son encontrados en el lago donde Margot fue asesinada, las sospechas caen en Alex. Al mismo tiempo, él recibe por mail un video donde Margot aparece viva ese mismo día. ¿Acaso se trata de un chantaje?
A pesar de la complejidad de la historia y la manera en que aparecen detectives, testigos, familiares y bandas de pandilleros de los suburbios de París, la narración es emocionante. Más allá de que hay momentos medio cursis, sentimentaloides como flashbacks donde aparecen Alex y Margot de chicos, es la mezcla de film noir, melodrama romántico y policial urbano lo que provoca que el film sea tan atractivo.
Visualmente, Canet logra momentos muy logrados, poéticos gracias la fotografía de Christophe Offenstein y persecuciones verosímiles con cámara en mano al mejor estilo Paul Greengrass con la serie Bourne.
Las interpretaciones son sólidas. Cluzet (el excelente actor de El Infierno y la inminente La Mentira) logra un gran protagonismo, ni un gesto de más, ni una emoción exagerada, y sobretodo un trabajo físico que dejaría exhausto a James Bond. Lo acompañan veteranos maravillosos como Dussollier (fetiche de Resnais) y Berleand. Nuevamente, Kristin Scott Thomas se destaca en un film francés con frescura y espontaneidad y los breves minutos de Jean Rochefort son brillantes: apenas se le sube una ceja, se le mueve el bigote y ya dice más que muchos actores. Gestualidad mínima. Desaprovechada aparece una gran actriz como Natalie Baye, y el propio director tiene una aparición mínima pero fundamental.
El grave problema del film es el final. Canet decide terminarlo de golpe. Explicar toda la trama en 5 minutos, ser redundante, obvio y sobreexplicativo a través del discurso de uno de los personajes. Es el pecado de los finales de todas las series detectivescas estadounidenses. Pero mientras que en las series se justifica por el tiempo limitado que se maneja en televisión, en No se lo Digas a Nadie, queda la sensación de que no supieron como desarrollar estas cuestiones de manera menos Agatha Christie (igualmente en las novelas de la escritora inglesa había pistas durante el desarrollo y muchos sospechosos, acá hay demasiadas explicaciones injustificadas).
A pesar de esto, se trata de un film interesante y atrapante. Un thriller pretencioso, pero clásico en su concepto cinematográfico, sin efectos especiales, pero con un montaje videoclipero y elenco de lujo.
Podría tratarse de un éxito de taquilla (de hecho lo fue en Francia y ganó muchos premios), pero en Argentina la estrenan con cuatro años de demora y en formato DVD en los cines Arteplex. ¿Alguna vez se sabrá armar una buena campaña publicitaria para un film europeo?
Al final, los amantes del cine francés parecemos también un puñado de necrófilos.