Cuando los muertos llaman.
Segunda película del director coreano Jung Huh, quien se mantiene en el género del terror como ocurriera con su ópera prima, Las Escondidas. Una familia en crisis, una mudanza forzada y apariciones inexplicables serán los ejes de esta historia protagonizada por Jung-ah Yum, Rin-Ah Shin y Hyuk-kwon Park.
La película comienza con un hombre y una mujer a bordo de un auto que es conducido en la mitad de la noche por una solitaria carretera de contornos boscosos. Un perro se cruza por su camino y, tras golpear contra el parabrisas, queda moribundo sobre el asfalto. El hombre abandona su posición como conductor, recoge al perro y se dispone a meterlo en el baúl, acto que nos permite ver que el maletero ya tiene un ocupante: una mujer completamente maniatada y bañada en sangre. La secuencia introductoria concluye con el mismo hombre encerrando a la secuestrada en un pequeño cobertizo escondido en el bosque.
Sin hacer demasiadas presentaciones y recurriendo poco al diálogo, Mimic presenta un buen inicio, cargado con la cuota de suspenso y oscuridad que todo buen film de terror debe tener. Sin embargo, sus formas a la hora de hilar ese inicio con la trama central que lo sucede son algo más cuestionables. Hee-yeon debe mudarse lejos de Seúl junto a su esposo, hija y madre ya que un entorno menos urbano puede favorecer a esta última en términos de salud. Resulta que sus facultades mentales e incluso su capacidad de habla se vieron seriamente comprometidas desde que su nieto, hijo menor de Hee-yeon, desapareciera estando ella a cargo. Los problemas se agravarán para esta familia cuando reparemos en el hecho de que aquel misterioso cobertizo de la escena inicial está situado a pocos metros de su nuevo hogar.
Hay pocas cosas que quedan claras. El vínculo de la pareja inicial y la chica secuestrada es una línea argumental que nunca se cruza con la de la familia de Hee-yeon, no se desarrolla por sí misma y tampoco tiene que ver con el origen de las anomalías que circundan al bendito cobertizo. Lo único que sabemos de él es que está “embrujado”, por ponerle un adjetivo infantil. Ahora bien, si la trama central compensara esto, vaya y pase. Pero tampoco. Cinco años pasaron desde la desaparición del hijo de Hee-yeon cuando ella decide mudarse junto a su madre y será la aparición en medio del bosque de una nena perdida lo que reavive su instinto maternal que la empuja a retomar una búsqueda que parece inútil. El corolario de esta endeble narrativa lo conforma una vieja leyenda mística que involucra a un espíritu capaz de imitar voces humanas, un mago que es poseído y su pequeña hija.
Pocas escenas de terror, compensadas por un suspenso confuso, investigaciones truncas y explicaciones estériles hacen de Mimic una pobre representante del vasto y elogiable cine coreano de horror.