El cine coreano de terror ha dado en los últimos años muy buenos exponentes del género como Invasión zombie y En presencia del diablo. Ambas películas resultaban una novedad con respecto a los films de género provenientes de los Estados Unidos, que se estrenan casi cada semana en la Argentina y se parecen unos a otros (con excepciones). Mimic, no sigas las voces, en cambio, se ubica en esa medianía de las producciones de terror que estamos acostumbrados a ver.
Hay un intento del guionista y director Jung Huh de otorgarle a esta historia una dimensión espiritual, al mismo tiempo que acumula lugares comunes del género, como la presencia de una niña con aire maléfico y una mujer ciega y sabia que conoce el origen del peligro. En este caso, el hecho de que la familia protagonista haya perdido a un hijo, que desapareció misteriosamente, se convierte en nada más que una justificación de los comportamientos poco lógicos en los que incurre la madre desesperada. Esto deviene en una invasión del melodrama, que alcanza al estilo de actuación y la estética del film. La combinación de géneros es una buena apuesta, pero aquí no está bien resuelta y tanto el terror como el melodrama salen perdiendo.
Las secuencias finales, cuando la familia tiene que enfrentar al espíritu que imita las voces de sus seres queridos para atraerlos hacia él, son muy efectivas en cuanto a provocar sustos, pero ya es un poco tarde para sentirse atrapado por la película.