Mimic: No sigas las voces

Crítica de Rosana López - Fancinema

MIMIC Y EL OCASO DEL TERROR COREANO

Salvo por esa pequeña joyita de terror Invasión zombie, el cine de horror coreano hace ocho años que no viene ofreciendo nada interesante en la materia. Parece no arriesgarse a romper los cánones de relatos hiperlargos y aburridos, o prefiere reciclar material ya visto con anterioridad. Sólo se repite en sus lugares comunes y confortables sin un ápice de imaginación.

Mimic: no sigas las voces apaña esta fórmula cansina. La mezcla con el drama familiar -al que con buen pulso supieron combinar los orientales- se ciñe en una simple historia de una madre, padre, abuela con Alzheimer y una pequeña niña junto a la “presencia ausente” de un hijo menor desaparecido. Una nueva vida en una casa en medio del bosque y una huerfanita vecina de la zona a la que adoptan sin ningún problema de papeles, hacen que la minúscula alegría que podría aflorar en ese seno comience a volverse turbio y maligno.

A todo ello se suma un lugar cercano y maldito representado por un paredón roto donde en el más allá habitan seres de inframundo que imitan muy bien las voces humanas. Voces reconocidas y personales a quienes merodean por esos pagos. Voces que embrujan, persiguen hasta hogares y dejan un regadero de cadáveres humanos o animales y hasta la desaparición misma.

Este tipo de historias que ya nada nuevo traen, vistas hasta el hartazgo, aportan elementos sobrenaturales tibios, poca profundización temática, efectos visuales clásicos, folklore tradicional y niños que aunque muy bonitos y tiernos, son in-so-por-ta-bles.

Mimic: no sigas las voces se repite, hostiga y aburre a lo largo de sus 100 minutos. Escapa de toda atmósfera de buen terror volviéndose insoportable al ver cómo los actores dicen una y otra vez las mismas líneas. Lo visual es vacuo y no logra atrapar jamás. Las vueltas de tuerca están mal resueltas y el calvario de la madre/protagonista principal es imposible de soportar para el espectador como el infierno que ella misma padece.

Hasta 2010 el cine de terror coreano nos había dejado excelentes piezas tales como Encontré al Diablo de Kim Ji-Woon que mezclaba el policial con el gore; la increíble y monstruosa The host de Bong Joon-ho; o Bedevilled de Jang Cheol-soo con las diferencias dramáticas y violentas de dos amigas; sólo por nombrar algunas de las buenas aunque el género viene sufriendo una importante crisis narrativa como le sucedió a la más reciente En presencia del diablo (2017) que cae en los sitios de siempre, sin mantener el interés creado en la primera media hora y haciendo soporíferamente larga.

En el caso de Mimic: no sigas las voces estamos ante un film sólo recomendable para el enemigo.