Que sí, que no, que con cada llamado que recibe Olivia (Loreto Aravena) en “No soy Lorena (Chile, 2014), ópera prima de Isidora Marras, preguntando por esa Lorena su desesperación por afirmar su propia identidad se potencia.
Porque más allá que ella sabe que esas molestas comunicaciones a toda hora pidiendo por alguien con quien nunca tuvo vínculo, son tan sólo un obstáculo con el que a diario se topa, desconoce que cada contacto la marcará a fuego en su futuro.
En medio de una crisis personal que la tiene medio perdida con su profesión y relaciones familiares, Olivia ve una posibilidad ante la insistencia, y mientras intenta solucionar el vínculo con su ex pareja (Lautaro Delgado) y hasta con su propia madre (Paulina García), nada la hará vislumbrar el efecto dominó que se avecina tras cada llamado preguntando por Lorena.
Como una suerte de obsesión, al mejor estilo “Silvia Prieto”, Olivia decidirá en un determinado momento avanzar con uno de los llamados, seguir el juego y “actuar” de amiga de Lorena para también, de una vez por todas, desenmascarar la siniestra trama en la que se verá envuelta a partir de una deuda con una tienda comercial.
Pero cuando avanza en ese punto también comenzará a evaporarse la propia Olivia, sin saber el verdadero motivo por el cual ella, perdida, sola, abandonada, necesita encontrar a Lorena para terminar de completar su presente.
Marras logra con esta primera película atrapar principalmente por la sugerencia de un estado cómplice de corporaciones de las que uno no puede salir, porque cuando uno ingresa en el circuito de comunicaciones de call centers de cobranzas termina anulándose la posibilidad de escapar de la propia realidad.
Olivia se pierde en la búsqueda, comienza una relación con su compañero de obra teatral, se acerca a su vecino con el que nunca había cruzado palabra, y se arriesga a adentrarse en el mundo de la prostitución para conocer más detalles de Lorena.
Pero, ¿quién es Lorena?, ¿cómo llegó a tener sus datos personales excepto el nombre? hacia allí va “No soy Lorena” para poder narrar un momento específico de una joven, un instante doloroso en el que nunca imaginó que se vería.
Marras trabaja la tensión cotidiana con un gran manejo de especulación sobre la incertidumbre de los hechos que se van precipitando, pero también apuesta a la identificación con cuestiones personales de la protagonista como por ejemplo el asumir la enfermedad de la madre y la necesidad de dejar de aparentar algo que ni ella ni su progenitora son.
“No soy Lorena” es el debut prometedor de una directora que bucea en el Chile de hoy, enmarcando su cuento en el conflicto estudiantil y el choque del capitalismo con ideas arcaicas que aún subyacen en el entramado ideológico del país vecino.
Las actuaciones de los protagonistas, además, le dan el empuje necesario para mantener en vilo al espectador hasta el inevitable encuentro entre Olivia y la Lorena a la que tanto ha negado. Efectiva.