Don’t Worry Darling y lo insulso de la belleza sin profundidad
¿Valió la pena tanta controversia?
Don’t Worry Darling era una de las películas más esperadas de esta temporada, desde que se anunció el cast se anticipaban cosas maravillosas de esta cinta. No solo porque su protagonista era Florence Pugh, una de las mejores actrices de su generación, sino porque también era el regreso a la dirección de Olivia Wilde, que nos había dado una belleza de ópera prima con Booksmart. El rodaje terminó, salió el primer teaser y la promesa de un film diferente y único seguía intacto, pero los rumores del set no tardaron en llegar, las aparentes peleas entre la directora y la protagonista, el cambio del protagonista masculino en medio del rodaje y la contratación de una de las estrellas más grandes del momento. Pero el mayor problema de esto es que todo ese escándalo es mucho más memorable que la película en sí.
Alice (Florence Pugh) y Jack (Harry Styles) son una pareja que vive constantemente como recién casados, tener hijos no está en su panorama porque anhelan la libertad y la posibilidad de tener relaciones en cada espacio de la casa -algo que la película remarca de manera constante y no siempre de manera efectiva-. Viven en una comunidad cerrada, Victory, en donde los hombres se van todos los días a trabajar para “cambiar el mundo” con el desarrollo de materiales progresivos, algo que nadie entiende muy bien de qué se trata. El jefe y fundador de esta comunidad es un enigmático personaje encarnado por un genial y lamentablemente desaprovechado Chris Pine. Frank le pide a las esposas que estén siempre ahí, al lado de sus maridos, que lo único que se pide de ellas es que sean amas de casa perfectas porque son sus hombres los que cambiarán al mundo.
Con esto la película presenta el primer concepto que no aprovecha, un comentario sobre los roles de género que se siente trillado y poco relevante. Una mirada superficial y básica acerca de algo que, en manos de un guion mejor desarrollado, podría haber tenido algo interesante para aportar a una conversación siempre vigente. Pero Don’t Worry Darling peca en muchos momentos de esto: tomar conceptos familiares, abordados a lo largo de la historia del cine de diferentes maneras, mezclarlos de forma poco efectivas y dar como resultado una película que se compone de algún que otro momento bien resuelto, que queda rodeado de cabos sueltos y narrativas que no llevan a nada.
La vida idílica de Jack y Alice empieza a desmoronarse una vez que nuestra protagonista empieza a notar que hay cosas de Victory que no están bien, que no tienen sentido y que las esposas se comportan de una manera demasiado complaciente. Pero lo que más preocupa a Alice es la falta de curiosidad de sus amigas, la facilidad con la que dejaron de lado a una mujer que empezó a preguntarse esto y fue rápidamente catalogada como histérica. El papel de Florence Pugh es el único que parece tener un arco sólido, que se mantiene por su propio peso, pero no es tanto por lo que le dieron en el libreto, sino por lo poderosa que es su interpretación y su increíble talento. Cuando empieza a dudar de lo que les dicen, de lo que la rodea, empatizamos al instante con el personaje, pero cada revelación se siente decepcionante, poco efectiva y sobre todo, poco imaginativa.
Uno de los mayores pecados de esta película es que se siente como una pieza de ficción que se quedó estancada en el tiempo, no solo por la época en la que está situada, sino por el abordaje a cada uno de los temas que trata. Al intentar hablar de todo, habla de nada. “El que mucho agarra poco aprieta” y esta cinta se siente la representación perfecta de eso. La interpretación de los temas centrales de la película es casi nula, los presenta y ya, no hay mucho más por debajo de la superficie, no aporta nada nuevo ni original, pero lo más destacable de todo esto es que no tiene nada para decir, nada nuevo al menos.
No es necesario que todas las películas sean un manifiesto, una postura o un hito cultural, para nada; pero cuando te jactas de que tu película habla acerca de todo esto de una manera nunca antes hecha y lo que se ve en pantalla es tan poco efectivo, solo se logra que la sensación con la que se sale de la sala sea decepción.
Algo que también le jugó en contra a Don’t Worry Darling fue la extensiva difusión que tuvo cada cosa que Olivia Wilde decía al respecto. Dejando las relaciones parasociales con las celebridades que hicieron que esta película fuera un fenómeno por su protagonista masculino y que una horda de fanáticas odiara a una mujer solo por el hecho de salir con él; cada entrevista de Wilde era amplificada, por lo que escuchamos como espectadores hasta el hartazgo las inspiraciones detrás de esta cinta: The Stepford Wives, Matrix, etc. Esto la perjudicó no solo porque es fácil predecir cada uno de los giros, sino que al poner esas películas como ejemplo, nosotros, como espectadores, vamos a estar constantemente comparándola con esas historias que hicieron un trabajo superior a la hora de narrar estas tramas.
En cuanto a puntos a favor, Florence Pugh es definitivamente lo mejor de la película, y como actriz merecía mucho más, así como también casi todo el cast, compuesto por grandes actores con arcos inexistentes y personajes cuyas motivaciones se desdibujan constantemente. El diseño de producción es intachable así como el de vestuario, pero qué poco importa que una película se vea linda cuando lo que muestra es completamente olvidable. En cuanto a Harry Styles, se nota que no es actor y que no tiene la preparación necesaria para compartir escena y momentos dramáticos con Pugh, pero juzgarlo como actor cuando tuvo que trabajar con un guion como este no parece justo, habrá que esperar a su próximo trabajo para hacerlo.
Una película que se hace larga, cuyo score es discordante con todo, pero no de una manera inteligente sino más bien desprolija; una historia que tiene de original lo que tiene de innovadora y un desperdicio lamentable de talento. Espero que lo próximo que nos de Wilde esté a la altura de su primera cinta, porque sé que en un año nadie va a recordar este estreno.