ESO, NO TE PREOCUPES
El debut de Olivia Wilde en la dirección con Booksmart había despertado enormes esperanzas. Era una película divertida y conmovedora a la vez, con personajes adorables incluso en sus defectos y que transitaba una multitud de temas y conflictos con una naturalidad pasmosa. Por eso es que No te preocupes cariño es una decepción importante y más aún al darnos cuenta de que la realizadora cede toda posibilidad de riesgo frente a una acumulación de estereotipos temáticos y narrativos en un thriller carente de tensión y sorpresa.
No deja de ser llamativo que la superficialidad sea la marca registrada del film, a pesar de que su foco sea la construcción de apariencias, a partir de la historia de Alice (Florence Pugh), quien parece tener una vida perfecta. Es feliz con su marido Jack (Harry Styles), quien trabaja en un proyecto secreto y a quien aguarda todos los días en su casa, que siempre luce espléndida. Y su existencia es igual a la de todas las demás mujeres de Victoria, una comunidad donde no parece haber nada fuera de lugar. Todo es bello y reluciente, sin alteraciones, un paraíso que combina calma y euforia por el progreso, en un fino balance. Hasta ese equilibrio empieza a derrumbarse, la percepción de Alice se va alterando progresivamente y ese mundo supuestamente ideal va exhibiendo sus grietas y secretos oscuros. Si todo suena muy parecido a una combinación entre la metáfora paranoica de Las mujeres perfectas y la reflexión sobre el artificio de The Truman Show, es porque bastante de eso hay.
Lo cierto es que No te preocupes cariño nunca logra salir de esas comparaciones obvias -y quizás odiosas-, por más que Wilde acumula ideas visuales (algunas más potentes que otras) por todos lados. La ambición formal es innegable, lo mismo que su falta de propósito concreto y la sistematicidad en función de la estructura narrativa. Incluso pareciera que Wilde se sintiera un poco fascinada con ese universo falso que despliega, con sus colores, espacios y tonalidades. De ahí que la película no pueda evitar, casi desde el comienzo, ser un objeto lustroso y artificial, que cuando quiere mostrarse reflexivo luce forzado y que despliega una serie de personajes que casi nunca salen del estereotipo. En ese esquematismo constante, el único que la pasa bien es Chris Pine, interpretando a un villano desatado.
En su recorrido predecible de revelaciones, No te preocupes cariño quiere sorprender con un giro al estilo Philip K. Dick en sus minutos finales, pero falla por completo. Para ese momento, todo se adivina con anticipación y, lo peor, no importa demasiado. La discursividad anti-machista cae, entonces, en saco roto, porque está sostenida en el diseño de arte y el vestuario antes que en los protagonistas. Si bien Wilde ya demostró que puede hacer cosas muy interesantes y que dispone de las herramientas para conseguir un impacto estético considerable, No te preocupes cariño es un tropiezo importante, del cual esperamos que se recomponga. Mientras tanto, su salto de la comedia al drama le ha restado capacidad disruptiva y la ha colocado en lugares plagados de obviedad.