La nueva película del ecléctico director de “Elephant” cuenta la historia del artista gráfico John Callahan, que quedó parapléjico en un accidente siendo muy joven y trató de combatir su depresión y alcoholismo gracias a sus corrosivas y controvertidas tiras cómicas.
A esta altura es difícil saber qué tipo de cineasta es Gus Van Sant. De los realizadores independientes surgidos en los ’80, acaso al que más se le parezca sea a Steven Soderbergh. Si bien sus filmografías y el tipo de cine e historias que les interesan suelen ser muy distintas, lo que los une es un interés por no quedar pegados a ningún tipo de género o estilo, algo que no sucedió con otros cineastas de similares generaciones, de Richard Linklater a los hermanos Coen, de Quentin Tarantino a Wes Anderson. No se sabe ya muy bien qué es una película de Van Sant, pero se sabe que le gusta experimentar, probar cosas.
En una época, ese gusto por la experimentación dio resultados notables como la serie de películas que va de GERRY a PARANOID PARK pasando por ELEPHANT y LAST DAYS, aunque también otros no tan interesantes como la remake “shot by shot” de PSICOSIS. En la última década –tras el éxito de MILK— da la impresión que ha entrado en una zona rara, donde se mezcla la autoayuda con cierta espiritualidad religiosa, llegando en SEA OF TREES a hacer, por lejos, su peor película. Los films de esta etapa ni por asomo se han acercado a los mejores de su obra. Y si bien se puede decir que NO TE PREOCUPES, NO IRA LEJOS es la mejor de sus películas de estos últimos tiempos, considerando que las últimas eran casi inmirables tampoco quiere decir demasiado.
La historia de John Callahan, y el particular tipo de humor y extraña personalidad de este artista gráfico, le da cierta gracia y encanto a un relato que, de otro modo, no saldría de la ya citada narrativa de autoayuda. En la película, la historia de Callahan (interpretado por Joaquin Phoenix, aunque en su momento fue pensada para Robin Williams) está narrada fuera de toda cronología, yendo y viniendo en el tiempo y haciendo eje en las consecuencias del accidente automovilístico que lo dejaría paralizado físicamente desde muy joven y sus frustrados y frustrantes intentos por dejar el alcohol, causante de muchos de sus sufrimientos.
Callahan ha sido abandonado por su madre, ha vivido “pegado a la botella” por buena parte de su vida y, ni siquiera tras el duro accidente que lo dejó en una silla de ruedas que conduce como si fuera un piloto de Fórmula 1, el hombre parece poder poner un freno y repensar su vida. Empieza a ir a encuentros del tipo Alcohólicos Anónimos conducidos por un curioso gurú (que encarna un casi irreconocible y muuuy relajado Jonah Hill) y aún ahí le cuesta mucho tiempo, idas y vueltas, recomponerse. Algo que empezará a hacer a partir de dedicarse más y más a su arte como dibujante de historietas y a un conveniente romance con una bella fisioterapeuta sueca (encarnada por Rooney Mara) que le toma cariño.
La estructura elegida por el guión es un tanto confusa y se vuelve por momentos reiterativa. La película de Van Sant va y viene en el tiempo, a partir un poco de lo que, en una especie de TED Talk, el propio Callahan cuenta acerca de su vida y de sus problemas con el alcohol. Es así que pasamos del John joven y vivaz que se pega el golpe de su vida cuando se va de fiesta con un amigo ocasional (Jack Black), a sus sesiones de AA que comparte con Hippie Jonah y un elenco de amigos de Van Sant (estrellas del rock indie como Beth Ditto y Kim Gordon, entre otros) y a su actualidad como celebridad del mundo de los comics. En el ir y venir, un poco a modo de los 12 pasos de los procesos para dejar el alcohol, Callahan va enfrentando sus miedos, su pasado (quiere encontrar a la madre que lo abandonó) y trata de aprender a dejar de culparse y culpar a otros de lo que le pasó para seguir adelante con su vida.
El humor corrosivo y políticamente incorrecto de sus tiras cómicas y algunas situaciones un tanto bizarras que vive (actúa Udo Kier, eso lo dice todo) sacan a NO TE PREOCUPES… del territorio casi evangélico al que parece viajar la película, en el que la “curación” implica una suerte de entrega casi devocional a ciertos métodos, textos y creencias. Es gracias a esos dibujos y lo que producen cuando, finalmente Callahan empieza a hacerse famoso, que la película no cae en un territorio excesivamente solemne o educativo, algo que seguramente el autor de esas historietas habría odiado.