Con No te preocupes, no llegará lejos a pie, Van Sant vuelve al terreno del biopic para narrar la historia de John Callahan –interpretado por Joaquin Phoenix–, un alcohólico en recuperación que, tras quedar tetrapléjico por un accidente de coche, encuentra en la creación de irreverentes caricaturas, su vía de escape y redención. Al igual que en Milk, que retrataba la vida del primer político homosexual en ser elegido para un puesto público en Estados Unidos, el director explora tanto las debilidades como la excentricidad de un dibujante que hizo del humor negro su marca registrada y que pasó gran parte de su vida sumido en la bebida. Basándose en la autobiografía del ya fallecido caricaturista, el filme recupera las vivencias de un personaje poco conocido para la mayor parte de la audiencia. Es interesante cómo Van Sant plantea, desde el minuto cero, el tema de la película: se trata de seguir el recorrido de una persona que lucha contra sus demonios internos, evidenciando cómo las adicciones son consecuencia de situaciones no resueltas de nuestro pasado. El filme comienza con una reunión de alcohólicos anónimos en la cual todos los participantes, incluyendo Callahan, cuentan su situación personal. De esta manera, los relatos de cada uno de los presentes reflejan los distintos caminos por los que un individuo termina encontrando refugio en el alcohol. La secuencia de apertura entrelaza escenas de distintos momentos de la vida de Callahan, mayormente ligadas al tema de la superación de la adicción, a la vez que presenta, de manera animada y con música de jazz, los dibujos que lo convirtieron en una figura polémica, amada y odiada en dosis similares en su Portland natal. Esto se debe a que sus comics no se andaban con rodeos; mediante un trazo simple e informal, Callahan trataba temas como el racismo, la pobreza y la discapacidad haciendo alarde de un humor directo y corrosivo. Sin ir más lejos, el título del filme hace referencia a una caricatura en la que tres sheriffs montados a caballo bromean sobre un discapacitado, lo que da una idea de cómo Callahan se burlaba de sí mismo y carecía de cualquier tipo de filtro hacia temas considerados tabú. Lo mismo sucede con otra de sus tiras en la que dos miembros del Ku Klux Klan mencionan lo placentero que resulta vestirse con prendas recién salidas de la secadora. Haciendo de los saltos temporales su recurso estrella, Van Sant recorre los instantes cruciales de la vida del dibujante, marcados, primero por los excesos y la falta de rumbo, y luego por su afán de salir adelante.
Si bien el proyecto original, que se remonta a más de veinte años atrás y nunca había llegado a realizarse, tenía a Robin Williams como protagonista, la elección de Phoenix para el papel principal resulta más que acertada, en especial por su manejo de los estados de ánimo. Su versátil registro emocional se evidencia tanto en escenas en las que predomina un tono burlón y ácido así como también en su capacidad para expresar, sin recurrir demasiado al lenguaje verbal, la profunda crisis existencial que sobreviene en su vida después del accidente. Phoenix logra corporizar la incertidumbre y los miedos de una persona que está en constante lucha contra su pasado familiar –el abandono de su madre al nacer–, su adicción al alcohol y su discapacidad. Pero lo atractivo de la película no reside tanto en la confirmación de las cualidades interpretativas de Phoenix, sino más bien en la excelente química que existe entre este último y un irreconocible Jonah Hill. En el papel de Donnie, un millonario que hace de anfitrión en las reuniones de alcohólicos anónimos y lentamente expone sus debilidades ante Callahan, este personaje se convierte en el mentor y sostén emocional del caricaturista. Donnie es, a fin de cuentas, la persona que empujará a Callahan a asumir sus errores y a encontrar en el perdón el camino hacia la recuperación definitiva.
Otro de los hallazgos desde el punto de vista del casting es la elección de Jack Black en el rol de Dexter, un personaje que si en un comienzo parece ser un mero alivio cómico, adquiere gran peso dramático por tratarse del responsable del accidente que cambia la vida de Callahan para siempre. Menos decisiva resulta la participación de Rooney Mara (Annu), que funciona exclusivamente como interés amoroso del dibujante, en una relación que no termina de adquirir demasiada profundidad. El casting secundario – con Kim Gordon de Sonic Youth, Udo Kier y Beth Ditto como asistentes de las reuniones de AA- entrega momentos de gran intensidad, en donde se producen choques y fuertes discusiones personales, que evidencian la endeble situación emocional de personajes luchando por mantener la sobriedad.
Es probable que la razón por la cual Van Sant haya decidido narrar todos y cada uno de los pasos por los que el ilustrador debió transitar para salir adelante con su vida tenga que ver con su interés en ser fiel a los hechos narrados por Callahan en su libro. El visible énfasis en la historia de superación de Callahan hace que se desaproveche la posibilidad de explorar más en profundidad el costado creativo del caricaturista, lo que resulta ser la cualidad más atractiva de su personalidad. A pesar de que en varios intervalos vemos al protagonista dibujando, a la vez que muchas de sus creaciones cobran vida en pantalla, el núcleo temático de la película gira en torno a la lucha de Callahan por encontrar la fuerza interior que le procure sobrellevar la adversidad. De manera consecuente con esta idea, Van Sant concentra sus energías en narrar el proceso de recuperación del dibujante, desde que tiene lugar el accidente que lo deja en silla de ruedas hasta su éxito profesional como caricaturista en varios periódicos y revistas desde los años 80 en adelante. Lo que busca el director es reflejar el proceso de autoconocimiento del protagonista en relación a su propio pasado familiar, lo cual le permite escapar del rol de víctima y tomar así las riendas de su vida. Sin embargo, es debido a esta sobreexposición de una sola dimensión de la historia que varias de las escenas relacionadas al trabajo de rehabilitación y a la desesperación de Callahan por conseguir alcohol resultan algo reiterativas. Si como espectadores nos emocionamos al ver cómo Callahan logró superar su adicción y tener una vida plena a pesar de su discapacidad, también nos quedamos con ganas de adentrarnos más en la mente del protagonista, para entender, dentro de lo posible, qué fue lo que lo motivó a comenzar a ilustrar esas sugerentes y políticamente incorrectas caricaturas.