La historia de John Callahan, un adolescente eterno y alcohólico que, tras terminar una noche de alcohol duro con un accidente que lo deja parapléjico, logra convertirse en dibujante cómico y exitoso.
Definamos: el gran cineasta de la adolescencia es Gus Van Sant. No porque sus películas estén específicamente protagonizadas por adolescentes (la mayoría sí, claro), sino porque el problema es la posibilidad de salida de un tiempo de cambios en un mundo que trata de sostener la dorada juventud ad infinitum. Es su tema y lo ha declinado en todos los modos posibles. A veces desde la comedia negra (“Todo por un sueño”); a veces desde la poesía (“Mi mundo privado”); a veces desde la tragedia (“Elephant”); a veces desde el drama inspiracional (“En busca del destino”); a veces desde la pura extrañeza (“Last Days”).
“No te preocupes…” une todo: es la historia de John Callahan, un adolescente eterno y alcohólico que, tras terminar una noche de alcohol duro con un accidente que lo deja parapléjico, logra convertirse en dibujante cómico y exitoso. Van Sant elige comediantes para rodear al protagonista (el genial Jonah Hill, el gran Jack Black), y opta por copiar el humor negrísimo y autorreferente del Callahan verdadero en el tono de su película. El resultado es equilibrado y humorístico, y en cierto sentido –como en pocos filmes sobre “gente que vence adversidades”– una auténtica aventura. Que es comedia y drama y tragedia e inspiración y poesía sin subrayar ningún trazo. Menos mal que el año termina con una película de esas que nos recuerdan para qué existe, y por qué nos gusta, el buen cine.