VAN SANT EN SU PROPIA ENCRUCIJADA
Hay tanta indefinición respecto del cine de Gus Van Sant, que incluso el propio director contribuye con una filmografía entre ecléctica y absolutamente despareja. Porque ¿qué otro realizador contemporáneo se puede dar el lujo de pasar de propuestas absolutamente convencionales como En busca del destino a otras más radicales como Gerry o Elephant? Y esto por citar sólo un par de ejemplos que parecen, a simple vista, dicotómicos. Cuál es el verdadero Van Sant es una pregunta imposible de responder. Lo cierto es que sobre él todavía existe cierto halo de bondad por parte de la crítica y mucho cinéfilo que lo respeta y lo ubica en el panteón de los directores-autores. Sólo así una película como No te preocupes, no irá lejos puede sobrevivir a la crítica en piloto automático y al descarte inmediato. Porque es Van Sant y algo nos habrá querido decir…
Y no es que esta suerte de biopic sobre el humorista gráfico John Callahan esté del todo mal, pero es cierto que no está a la altura ya no de un autor cinematográfico, sino al menos de un artesano sabio que pueda darles un plus a las convenciones. Más que una historia de vida, la película elige por sintetizar a su personaje a partir de un momento de quiebre: cuando luego de un accidente automovilístico queda paralítico y debe asistir a grupos de autoayuda para combatir su alcoholismo… entre otras miserias. Un poco como el Danny Boyle de Steve Jobs, Van Sant recurre a un montaje para nada lineal viajando temporalmente a diversos episodios, que van de lo público a lo privado. Si en aquella eran una serie de conferencias, aquí son las reuniones de autoayuda las que sirven de nexo para intercalar cada trayecto. Pero a diferencia de la de Boyle, que ofrecía una mirada agridulce sobre su personaje, hay aquí una cercanía a cierta espiritualidad ramplona que el director busca disimular para no caer en lo abyecto. Es verdad que el Callahan de No te preocupes, no irá lejos es un tipo con sus bemoles, pero también es cierto que progresivamente va encontrando un espacio de sanación. Y no hay nada de malo en eso, salvo que la película absorbe un poco esa cháchara trascendental del gurú que interpreta Jonah Hill (aunque el actor es dueño del único momento realmente honesto y emotivo del film).
Si hay indefinición en el cine de Van Sant, No te preocupes, no irá lejos es una película poblada de indefiniciones. Si por un lado quiere ser un biopic que siga el camino de caída y redención, por otro lado hay ciertos temores del director por caer en lo convencional. Y da algunos pasos para demostrar que no va por ese camino, cuando en verdad sí. Como si a Van Sant le diera un poco de vergüenza lo que está contando, pudor que en ocasiones le hace bien a la película cuando evita algunas truculencias que la historia habilitaba. Pero hay también indefiniciones narrativas, toda vez que usa una serie de viñetas del humorista sin demasiada fluidez y para subrayar algunas ideas que ya habían quedado claras. Tal vez ese es el mayor problema de la película: su repetición, el estancamiento narrativo evidente, tal vez una traslación inconsciente de la propia postración del personaje, al que Joaquin Phoenix interpreta un poco con el manual del “loco lindo” cinematográfico.
En definitiva a No te preocupes, no irá lejos la presencia de Van Sant le juega en contra y a favor. En contra, porque nos hace depositar demasiada atención en una película que a priori sería descartable, pero a favor porque en ocasiones nos lleva a querer leer un poco por encima de sus propias posibilidades. Es un típico drama con personaje enfermo que logra sobreponerse, al que el director aborda tratando de evitar los desbordes. Eso lo logra, y es el mayor acierto de un film que, por otra parte, no aprovecha del todo el genio de su personaje y la acidez de su arte. Al final termina siendo más efectivo acercarse a las viñetas humorísticas de Callahan. Lo que No te preocupes, no irá lejos nunca logra es definir qué tipo de director es Van Sant. Y tampoco creemos que él lo termine de saber.