Juntos para siempre
Felisa Lou y Antonio Paralluelo son dos octogenarios aragoneses que viven juntos desde hace seis décadas en una vieja casona de Muniesa, un pueblo gris, tradicional e irreconocible como tantos otros. Y son, además, los abuelos del director de la notable Yatasto, un auténtico trotamundos que filma donde quiere, puede y se inspira.
Con sus costumbres y sus mañas (con su café con leche en las mañanas heladas y su dependencia de las noticias del correo, como si la modernidad nunca hubiera llegado para ellos), Felisa y Antonio se las ingeniaron para llegar hasta allí, casi sin ayuda externa. Pero la salud empieza a resquebrajarse. Cada visita al hospital es un suplicio de desatención y desorientación, aunque ambos resistirán como pueden la amenaza de terminar en un asilo, que para ellos es lo mismo que ceder, entregarse...
Entre anécdotas y recuerdos (divertidos, coquetos) surge un relato que tiene tanto de documental como de ficcional, encantador y entrañable por momentos, cruel y melancólico en otros. Aunque no todos los recursos, herramientas y dispositivos a los que apela el director convencen de la misma manera (hay algo manipulatorio en ciertos procedimientos), a la larga se trata de un pequeño y muy valioso film.