Una madre y su hija adolescente enfrentan la leyenda urbana de una bruja demoníaca en este relato que es un refrito de varios títulos y exagera con su vuelta de tuerca final.
Así como recientemente vimos la olvidable No digas su nombre, ahora el terror no consiste en pronunciarlo, sino en tocar dos veces una puerta para despertar la maldición de una antigua bruja vengativa.
Este relato del director británico Caradog W. James -The Machine- se inicia como un ingenuo juego adolescente, se interna en el terreno fantástico y une los caminos de la adolescente Chloe -Lucy Boynton- que sale en busca de su madre Jess -Katee Sackhoff, vista en Oculus-, una escultora ex adicta de la que estuvo separada por años, y que ahora vive cómodamente en una mansión de Nueva Inglaterra junto a su marido banquero. Chloe intenta escapar de una ola de misteriosas desapariciones y muertes que inició junto a su amigo y su desgracia también se traslada al nuevo "hogar dulce hogar".
El tema de los espíritus vengativos que vuelven para imponer el terror -o guiar a las víctimas a alcanzar la verdad- se vio en infinidad de oportunidades y la estética remite también a famosas películas orientales del género de décadas pasadas. No hay nada nuevo bajo el sol, salvo un intento por contar una historia sobre el tiempo perdido entre madre e hija, inmersas ahora en experiencias paranormales que sacuden sus vidas.
No toques dos veces echa mano a los recursos más explotados del género, jugando con el efecto de "figura y fondo" -siempre una puerta entornada-, los sobresaltos y las presencias de forma retorcida. La trama incluye además a un detective que investiga el caso de niños desparecidos, una amiga de Jess, esculturas tapadas con plásticos que adquieren un aspecto amenazante y una puerta abierta que deja entrar a presencias fantasmagóricas milenarias. Sólo algunos escenas acertadas -como el prólogo con los jóvenes frente a la casa abandonada- no alcanzan para mantener la tensión ni el clima asfixiante propuesto con indiscutibles parecidos a Candyman, Oculus, Mamá y La noche del demonio.
La forzada y confusa vuelta de tuerca sobre los minutos finales -en una trama plagada de apariencias engañosas y misterios- no suman puntos a la historia que insiste sólo en inquietar al espectador con sus oscuras amenazas, suicidio y niños fagocitados por el horror.