LA BRUJA SIN PORTERO ELÉCTRICO
A estas alturas, que una película de maldiciones, brujas y víctimas que vuelven a vengarse de daños que les han hecho en vida sea sólo entretenida y no caiga en un sinnúmero de lugares comunes es, paradójicamente, una bendición. No es que sea el caso puntual de esta realización del director de The machine -interesante thriller de ciencia ficción con Caity Lotz y Toby Stephens- pero al menos se acerca al cine de autor que se diferencia apenas de las mediocres piezas que se están haciendo en el género y se estrenan mes a mes como si fuesen largamente esperadas y aclamadas.
No toques dos veces comienza planteando el drama en la relación de la joven Chloe (Lucy Boynton) y su madre (Katee Sackhoff), quien regresa a verla luego de nueve años en los que la dejó a cargo de autoridades de asistencia social ya que por desórdenes propios en su vida que tuvieron que ver con el abuso de drogas, no podía hacerse cargo de ella. En la actualidad, ya establecida y viviendo del arte de la escultura con su esposo, un vendedor de seguros, intenta reconciliar su vida con la de su hija sin tener éxito en ese primer intento que se nos presenta.
Pero Chloe sufre de una experiencia traumática y paranormal en la que pierde a su amigo a manos de una presunta bruja, luego de desatar una maldición por la cual, si golpean dos veces en la puerta de cierta casa abandonada, se materializa y despliega el consabido castigo. La chica pide auxilio a su madre que aprovecha para reintentar la vinculación y la recibe en el seno de su hogar, hasta que comienzan a suceder eventos sobrenaturales que hacen dudar del origen del mal y de sus alcances.
A partir de allí la historia se irá construyendo de dos formas: a modo de un puzzle en el que cada pieza que se revela debe encajar para responder las preguntas que se plantean desde el principio, y luego a fuerza de vueltas de tuerca que al menos en tres ocasiones voltean la trama y convierten a buenos en malos y a malos en víctimas de una presencia siniestra superior.
Se destacan la dirección de cámaras del británico Caradog W. James, cuyo uso del encuadre, movimientos y un atinado uso de la dirección de fotografía hacen que el suspenso reine y no parezca un cúmulo de recursos trillados. También su dirección de actores es más que atinada, con un buen trabajo de Sackhoff (Battlestar Galactica) y la joven Boynton (Sing Street) como los pilares dramáticos que le dan sustento a todo para que no sea un despropósito.
Puede objetarse que la historia dista de ser original y que el guión tenga más de una vuelta de tuerca de las necesarias al punto de falsearse, pero el mérito en la dirección es el de que no sea una más consiguiendo cierta identidad y logre, aunque sea apenas y por poco, destacarse del resto.
Y esto, como ya dijimos, en medio de la saturación de films por el estilo que nos tapa mes a mes en las salas sin que se puedan conseguir títulos que perduren más allá de lo que duren en nuestra memoria mientras permanecemos en la sala. No toques dos veces es una sana advertencia que, traduciéndola en una recomendación, podría ser: no la dejen pasar.