El cautivante relato de un mito
De Sandino a Pinochet, con paradas intermedias en Siqueiros, Natalio Botana y Perón. Así podría resumirse el camino recorrido por Blanca Luz Brum, una mujer que consiguió estar en el ojo de casi todos los huracanes de la Historia latinoamericana del siglo XX, que no fueron pocos, y en cada uno desempeñar un rol protagónico. O, al menos, eso es lo que ella se encargó de contar en vida y que ahora repiten muchos testigos directos e historiadores. Claro que también están los que dudan de todo y toman la autobiografía de Blanca Luz directamente como un relato de ficción. ¿Pero quién era esa mujer, cuyo nombre es desconocido para casi todo el mundo? Tras esa y otras respuestas va Pablo Zubizarreta en su película No viajaré escondida.
Nació en 1905 en el pueblo de Pan de Azúcar, Uruguay, y se crió en el campo. Que lejos de ser chato como ocurre en la Pampa, al otro lado del Río de la Plata es suavemente ondulado, como un mar inmóvil de color verde. Un lugar en el que reinaba, según una docente oriental que parece saber mucho de la vida de Blanca luz, “un silencio que permitía escuchar lo pequeño”. Una de las mayores virtudes de la película reside en la capacidad de Zubizarreta no solo de encontrar personajes idóneos, dispuestos a prestar su testimonio, sino en que estos además son capaces de decir lo suyo de manera extraordinaria, como hace esta maestra al comienzo del relato.
Sus matrimonios con hombres siempre notables (un poeta modernista en Uruguay; uno de los herederos del diario El Comercio de Perú; el pintor David Siqueiros; el dueño de la compañía aérea Braniff) le ayudaron a conseguir su objetivo de estar siempre al frente. Pero si se destacó, ya sea como poeta y escritora o como mujer de acción, fue por méritos propios. El problema con el que se encuentra Zubizarreta es que resulta muy difícil demostrar cuánto de lo que se dice de ella es auténtico y cuánto un montaje urdido por la propia Blanca Luz para hacer de sí misma un personaje.
Como una versión aguerrida de Zelig, Blanca Luz recorre la historia transformándose de acuerdo a los distintos paisajes que atraviesa en su itinerario, pero siempre a la vanguardia. Del encendido comunismo revolucionario e indigenista, a la mujer que ayudó a que el 17 de octubre de 1945 alcanzara el estatus de gesta fundacional del peronismo. Del feminismo latinoamericanista que la convirtió en esposa de Siqueiros, transmutada en reflejo de Frida Kahlo, a ferviente militante pinochetista. Blanca Luz estuvo en todos lados y en cada lugar fue un actor fundamental de los acontecimientos.
Pero las preguntas siguen ahí. ¿Cuánto hay de cierto en lo que contaba de sí misma Blanca Luz? ¿O en lo que le contaba a su hija y a sus amigos, y que todos ellos repiten con fascinación? ¿Perdió un hijo de Siqueiros, que era estéril? ¿Fue amante de Perón? ¿Ayudó a que Guillermo Patricio Kelly escapara de la cárcel en Chile disfrazado de mujer? Imposible saberlo. Pero así como presenta a un coro de admiradores que dan fe de esa vida fabulosa que, real o no, Blanca Luz construyó para sí, la película también le da espacio a otros que, sin tanta fe, hablan de su carácter por lo menos fantasioso. Lejos de debilitarlos, las contradicciones vuelven al relato y a su protagonista aún más atractivos. Ya en la primera escena la voz telefónica de la respetada crítica e historiadora de arte mexicano Raquel Tibol define a Blanca Luz como “una mierdita sin importancia” y considera que hacer una película sobre ella es una pérdida de tiempo. La hija de una pariente con la que se crió en Uruguay dice que de chiquita Blanca Luz veía pasar trenes por las sierras, donde nunca los hubo. Un asistente que tuvo en los últimos años de su vida afirma directamente que Blanca Luz mentía todo el tiempo, solo para darse aires.
Entonces, ¿quién era esa mujer? Aunque Zubizarreta reconstruye con bastante precisión el recorrido enérgico de su vida y logra hacer de ella un personaje asombroso, lo cierto es que nunca da con respuestas terminantes para ninguna pregunta. Al contrario, el gran logro de la película es su capacidad para urdir una trama tan apasionante en torno a Blanca Luz, que al final el hecho de conocer la verdad sobre ella se vuelve un asunto irrelevante. Podría tratarse de un falso documental y no importaría demasiado. No viajaré escondida, aún narrando hechos históricos y exhibiendo documentos por acá y por allá, es en realidad el relato de un mito. En ese carácter mítico reside, quizás, lo más importante que se puede saber acerca de Blanca Luz Brum.