Noche de Lucidez
La segunda película del dúo John Francis Daley y Jonathan Goldstein, luego de su opera prima Vacaciones, nos muestra a la pareja formada por Max (Jaston Bateman) y Annie (Rachel McAdams), dos conspicuos participantes de noches de juegos. Junto a sus parejas amigas, Max y Annie son invitados por Brooks (Kyle Chandler), el hermano de Max, a una especie de juego de rol en la mansión de este último donde se desatará lo impredecible.
El juego de rol se sale de control y uno inmediatamente recuerda Al Filo de la Muerte (The Game), de David Fincher, aunque, claro, en Noche de Juegos está el aplomo de Bateman, sumado a la gracia, la belleza y el oficio para la comedia de McAdams en lugar de la solemnidad de Michael Douglas y de Sean Penn con sus temas “importantes” en la película de un Fincher todavía en pañales.
Daley y Goldstein construyen un relato lúcido y sólido. La lucidez se la da esa incorrección política (a contracorriente de los tiempos que transitamos) propia de tomar con liviandad temas pesados como la dificultad para ser fértil, las relaciones familiares complejas, el divorcio, la infidelidad. Con diálogos ligeros y filosos, los directores demuestran una idea grácil de comedia industrial cuya solidez depende de los personajes secundarios que le brindan espesor a la trama. La cara pétrea de Gary (Jesse Plamons), el policía vecino de la pareja y abandonado por la esposa, una persona afectada en el sentido pleno de la palabra, nos genera una sonrisa ante cada intervención, al igual que el desborde de Kyle Chandler. Son este tipo de personajes rupturistas los que hicieron gigante a la comedia americana y en tiempos donde el progresismo mal entendido se adueña de todo es bueno regresar a las bases y a este tipo de comedias sin tapujos y sin moralejas.
Noche de Juegos es eso, es una noche de diversión sin límites, sin previsibilidad, como toda buena película debería ser.