La suerte está echada
Noche de juegos es una comedia negra de ritmo vertiginoso, una joyita que recuerda a cierto cine clásico que ya no se hace más.
Probablemente los estrenos de hoy estén asordinados por el ruido que hará Lady Bird, de extraordinaria ópera prima de Greta Gerwig, y es lógico porque es una de las mejores candidatas al Oscar que se entrega este domingo. Sobre ella –y sobre su directora– escribió Marina Yuszczuk con más detalle que el que podría haber incluído yo, así que voy a aprovechar para hablar de otro estreno, medio fantasma, que no figura en los Oscar (en realidad porque es de este año, pero dudo que figure en los del año que viene) pero es una gran comedia como hacía bastante tiempo no se veía.
Me refiero a Noche de juegos, segunda película como directores de la dupla integrada por John Francis Daley y Jonathan Goldstein, más conocidos, quizá, como los guionistas de las dos entregas de Quiero matar a mi jefe y de Spider-Man: De regreso a casa. Pero más allá de que todas ellas son películas con aciertos (sobre todo Spider-Man, aunque ahí su aporte probablemente haya sido menor porque compartieron la firma con otros cuatro guionistas y además estaban metidos en la maquinaria Marvel), da la sensación de que en Noche de juegos encontraron su nirvana.
Max (Jason Bateman) y Annie (Rachel McAdams) son un matrimonio adicto a toda clase de juegos de mesa y se juntan todos los fines de semana a jugar con unos amigos a distintas cosas. Max tiene un hermano, Brooks (Kyle Chandler), con el que siente una rivalidad eterna condimentada, obviamente, por el temperamento lúdico de ambos.
Pero una noche, Brooks los invita a todos para un juego muy especial, una especie de juego de rol en el que la realidad juega un papel más importante que en otros. Con ciertos ecos de Al filo de la muerte, de David Fincher, pero vestida con los códigos de la comedia negra frenética y la encantadora pareja Bateman-McAdams que no tienen nada que envidiarle a la legendaria de Katharine Hepburn y Spencer Tracy, Noche de juegos logra llevarnos de las narices por su trama –que por momentos da demasiadas vueltas, es cierto; aunque también esperable– con una elegancia y un vigor que nos hace acordar a esas viejas películas de George Cukor o Frank Capra.
Estoy dejándome llevar por el entusiasmo y exagerando un poco, pero no tanto. No me animo a decir que Daley & Goldstein tengan mucho de Cukor o Capra (su primera película, Vacaciones, era bastante floja, más teniendo en cuenta que era una remake del clásico con Chevy Chase), pero dirigen con buen pulso a un puñado de grandes actores de comedia que, ellos sí, son el corazón y el alma de la película.
En un verano poblado de estrenos importantes que nos preparan para la entrega de los Oscar, Noche de juegos es una alternativa que oxigena la cartelera. Con una comedia como esta por mes, nuestra vida mejoraría bastante.