JUGAR POR JUGAR
Seguramente muchos recuerden Al filo de la muerte, esa ridiculez de David Fincher con Michael Douglas que se resolvía con un giro de guión de los más inverosímiles, además de ser absolutamente moralista. Si lo pensamos, era como un capítulo de Black mirror estirado. Aquella película fue muy exitosa, primero porque Fincher venía de Pecados capitales pero fundamentalmente porque en los 90’s los finales sorpresa estaban de moda. Sí bien tuvieron que pasar 20 años para que alguien lo dijera, nunca es tarde cuando la dicha es buena. Y Noche de juegos lo dice directamente una vez que se comienzan a desandar sus múltiples vueltas de tuerca: todo el plan que se organiza es una taradez digna de un psicópata. Aquella película lo era al querer disfrazar de enseñanza de vida un andamiaje improbable, que aquí se replica pero de modo lúdico.
El artilugio principal de la película de John Francis Daley y Jonathan Goldstein, la misma dupla de la buena remake de Vacaciones, es que se toma muy poco en serio a sí misma. Desde ese lugar, en una película que hace de la estructura de guión su norte, nace una forma honesta y desestructurada de divertirse. Es decir, un grupo de amigos se reúne todas las semanas y juegan en pareja diversos juegos de mesa. Pero la aparición del hermano del personaje de Jason Bateman lleva las cosas un poco al extremo: el tipo contrató una empresa que realiza juegos detectivescos con un aspecto que hace confundir ficción y realidad. Y cuando la situación se torne violenta y confusa en exceso, y haya un secuestro, los personajes se meterán en una trama que fusiona lo lúdico con lo criminal. Lo interesante de Noche de juegos, entonces, es que uno adivina que habrá varios giros y sorpresas, pero nunca hace de eso una competencia de inteligencia como lo hacía la película de Fincher. Las revelaciones finales, que se acumulan delirantemente, servirán para el aprendizaje de los personajes pero nunca para el relato aleccionador.
Como en buena parte de la comedia norteamericana contemporánea, los vínculos de pareja y de familia son los temas recurrentes. Mientras el humor sucede, los personajes van licuando sus diferencias. Aquí ocurre eso, fundamentalmente porque cada pareja de jugadores tiene su conflicto interno que explota con la competencia que impone el relato. Y tal vez eso sea lo más flojo de la película, porque frena la acción e instala conflictos que son un poco básicos y superficiales, como el que surge entre los personajes de Bateman y Rachel McAdams respecto a la posibilidad de tener hijos y consolidar una familia. De hecho, Noche de juegos funciona muy bien cuando deja los choques entre las parejas, se suelta al delirio y construye situaciones sumamente hilarantes o aprovecha secuencias climáticas y de suspenso para romperlas con algo ridículo. Francis Daley y Goldstein entienden mucho mejor el juego de la comedia que el de los conflictos personales, y por eso pueden construir un personaje como el del oficial Gary, a quien Jesse Plemons le aporta una máscara perfecta en una de las mejores actuaciones de comedia en mucho tiempo.
En una película donde los juegos están en el centro de la escena, los directores y guionistas entienden que ese jugar por jugar es lo que enriquece todo. Y cuando Noche de juegos deja de lado otras subtramas y se tira de cabeza a la comedia, resulta imbatible.