Vampiro, macho y semental
Remake de la ultra ochentosa La hora del espanto (Fright Night, 1985), Noche de miedo (Fright Night, 2011) se adapta perfectamente a los tiempos que corren. En esta oportunidad, el vampiro es sinónimo de súper macho, condensando “lo masculino” frente al físicamente débil protagonista.
Charlie Brewster (Anton Yelchin) vive el pasaje de la adolescencia a la adultez. En otros términos, dejó de jugar con sus amigos para tener una novia hermosa, de ésas que andan con los chicos populares del barrio, nada que ver con él. Su nuevo vecino resulta ser un rudo y musculoso muchacho, además de vampiro (un genial Colin Farrell), quien intentará seducir a la madre de Charlie, a su novia, e imponer su excedente hormonal, del cual su joven vecino carece.
El vampiro aquí representa una amenaza sexual para Charlie, quién hace sus primeras armas en el campo de la seducción. Frente a la ternura e inusitada bondad del protagonista, el vampiro se presenta como una máquina de sexo. Lo mismo sucede con Peter Vincent (David Tennant ), una suerte de estrella de rock glam, que se proclama bomba sexual con su secretaria.
El personaje del vampiro, Jerry, que interpreta Colin Farrell es un semental a la antigua. El tipo usa remeras y jeans ajustados para resaltar sus tríceps, botas y cinturón de tachas, peinado bien corto y porta una mirada intimidante. Disfruta de ver TV mientras toma cerveza y, de tanto en tanto, se “come” una víctima. Es el estereotipo de virilidad en todos sus sentidos. El tipo es todo un peligro para Charlie, amén de que sea vampiro.
Pero además, Charlie sale con la chica más sexy del pueblo, nadie puede creerlo y menos él, por ello deberá reafirmar su hombría y enfrentar sus miedos adolescentes de no sentirse a la “altura” de las circunstancias. El miedo de Charlie –que le roben su objeto de deseo- está muy bien representado en la escena de la discoteca (ya presente en la película original), que viene a resumir la idea del film.
Hay que aclarar, que si uno ve Noche de miedo como un film de terror quizás salga decepcionado. La película nunca se toma en serio a sí misma -tampoco lo hacía La hora del espanto- pero funciona en su resignificación de época. Todo es artificio: el pueblo hecho con maquetas, los escenarios realizados en estudio y los movimientos de cámara (en especial un plano secuencia dentro de un automóvil en medio de una persecución) que terminan por promover el efectismo explotado por el 3D, para dejar de lado el realismo y entender al film como pura representación.