Cuidado con los colmillos
El tema de los vampiros ha vuelto a ponerse de moda. La saga de "Crepúsculo" y algunas series televisivas reinstalaron a los chupasangre inmortales en la consideración de (sobre todo) el público joven. Este filme de Craig Gillespie intenta abordar el tema desde otra perspectiva, ya que mezcla la eterna búsqueda de sangre fresca por parte de los vampiros con los conflictos personales de los adolescentes y su siempre difícil relación con el mundo de los adultos. El problema es que el guión de la película no está a la altura de la propuesta ni de las posibilidades interpretativas del elenco, en el que hay figuras de peso como Toni Colette (la madre) o Colin Farrel (el vecino vampiro) e interesantes promesas como Anton Yelchin (Charley) e Imogen Poots (su joven novia). Las situaciones que propone el libreto resultan absurdas, la conexión de los hechos aparece forzada y, casi permanentemente, los personajes recitan textos muy poco creíbles. El autor de la historia es Tom Holland, precisamente quien dirigió "La hora del espanto", un filme de 1985 en el que se basa esta película; sin dudas, fue el guionista Marti Noxon el que no estuvo a la altura de las circunstancias.
El personaje de Peter Vincent (en el filme original, el presentador de un programa televisivo de terror; en este versión, un mago de Las Vegas especializado en vampirismo) resulta desaprovechado, al igual que el de la madre del joven protagonista. Tampoco termina de entenderse el enfoque que pretendió darle al vampiro mayor un buen actor como es Colin Farrel, que aparece a medio camino entre la farsa y la sobreactuación.
Si bien es cierto que la película intenta (y en gran medida logra) una mirada fresca y desacartonada sobre el tema de los vampiros, también lo es el hecho de que la propuesta no termina de balancear exitosamente la mezcla de horror y humor en la que se basa. En ese sentido, sigue siendo inalcanzable el nivel que marcó, allá por 1967, "La danza de los vampiros" de Roman Polanski.