Mentiras verdaderas
El debut como director cinematográfico de Piotr Domalewski lo establece en la cuestión de poder sostenerse en un mismo nivel en próximas producciones. Dicho de otra manera, una bocanada de aire fresco en tanto el cine como arte. El cine polaco dio muestras de su nivel en muchas ocasiones, últimamente refrendadas por Pawel Pawlikowski, el director de "Ida" (2013) la muy merecida ganadora del premio “Oscar” a mejor película de habla extranjera, de quien se estrenara hace unas semanas, todavía en cartel, la maravillosa “Cold War”.
En este caso el novel director centra su mirada en los secretos y mentiras de una familia rural en Polonia, puesto en suspensión por las festividades.
Adam, el hijo, casi prodigo, regresa al seno familiar luego de varios años en el extranjero para festejar la nochebuena, asimismo su otra motivación es llevarse definitivamente a su pareja embarazada de su primer hijo. Sin embargo su principal razón es poder vender la casa del abuelo, recientemente fallecido, e instalarse con un negocio propio en Holanda.
En realidad el filme termina por ser una dura descripción de las relaciones familiares, cuando todo transcurre a partir de los silencios, donde lo no dicho cobra una dimensión en cada personaje de tal manera que termina por provocar el descontrol cuando las verdades se hacen presentes.
Los temas que va desplegando durante la proyección no intentan descubrir nada original, sólo establecerse como temas recurrentes en el cine polaco, tales como la pelea entre los hermanos, el egoísmo, las frustraciones, los fracasos, la ausencia de un futuro posible, a veces trabajado desde lo metonímico, otras desde la simple metáfora, en este sentido se siente la irrupción del vodka, bebida que los polacos se proclaman como sus creadores.
Nada importa que Adam esté filmando un video para su primer hijo, ni que la razón real de su partida siga siendo tabú, ya parte de la novela familiar construida, que nunca es la historia real.
El director elige un desarrollo lineal y progresivo del relato, no hay demasiadas búsquedas justificadoras, sólo se establece a partir del clima opresivo con el que se desarrollan los acontecimientos, la oscuridad de la misma noche, los espacios reducidos, el acercamiento a los personajes. Algunos sólo presentes desde lo nombrado, a punto tal que en el desenlace, y aunque nunca haya aparecido, su peso en el relato se hace presente.
Todo apunta a mantener el interés del espectador que es manipulado con herramientas del lenguaje del cine, sostenido, claro, por las convincentes actuaciones.
(*) Realizada por James Cameron, en 1994.