Noche de revelaciones
Una visión de las consecuencias de crecer en el marco de una familia disfuncional, que ve la emigración como única salida, en la que el alcoholismo es un mal cotidiano, con un padre ausente y una madre infeliz que intenta mantener una ficticia unión, es el contexto en el que transcurre Noche de paz (Cicha Noc, 2017), con situaciones incómodas y desordenadas.
Adán (Dawid Ogrodnik), llega sin aviso a su ciudad natal en nochebuena, con una cámara filmadora, una ecografía de su hijo y una botella de vodka, además de un coche de lujo alquilado para aparentar éxito económico. Ningún familiar lo esperaba. Les presenta la idea de vender la casa desocupada del abuelo, para abrir un negocio en Holanda. Las diferencias surgirán para converger en el peor momento, y la verdad saldrá a la luz de una manera cruda y violenta.
El trabajo de Piotr Domalewski es excelente tanto en dirección, como en guion. Utilizando pocos recursos, como la cámara en mano y una sola locación principal (la casa de familia), consigue que el espectador vivencie este drama y se involucre con los personajes. Nada vistoso o espectacular es necesario a la hora de contar con un impecable guionista, que además de conocer el trasfondo, plasma su punto de vista sensible a la hora de narrar. Se genera entre los actores la armonía necesaria para construir una familia creíble.
Noche de paz es una historia realista y agridulce con infinidad de meta-mensajes que remiten al estilo de los Hermanos Dardenne. Se recomienda ver más de una vez.