Por más noches así
Comedia anárquica con toques de policial "clase b", Noche de perros (2015), ópera prima de Ignacio Sesma, se construye sobre ciertos pilares ausentes en el cine argentino contemporáneo como lo es el humor libre de prejuicios y la inteligencia para ponerlo en escena con seriedad.
Enzo, empleado de un estacionamiento tiene una pelea con su novia y llama a su amigo Richard para salir a divertirse. En resumidas cuentas Enzo toma un auto del garage, lo estacionan afuera de un bar y al salir de tomar unas cervezas ven un espacio vacío. Si está pensando que fue la grúa y que la historia deviene en un episodio de Relatos salvajes (Damián Szifrón, 2014) está errado. El Mercedes Benz que conducían fue robado. Ante la desesperación recurren a un amigo que tiene un amigo dedicado al choreo de autos que le debe un favor para que los ayude. Pero no todo irá viento en popa ya que quién los tiene que ayudar no es otro que el dueño del auto robado. Para redimirlos los obligará a cometer un acto vandálico: robar el perro de su ex mujer.
Cercana a la nueva comedia americana o al cine de Farsa Producciones pero hecho profesionalmente (y no es que la gente de Farsa no sea profesional sino que ellos trabajan fueran de los cánones que se manejan en la industria), Noche de perros derrapa frescura y espontaneidad tanto en los mecanismos de su puesta en escena como en el registro actoral. Elementos que el cine argentino tiene bastante esquematizados, sobre todo en directores noveles que se atan más a estructuras que a espontaneidad.
Una Buenos Aires nocturna diferente, con personajes que parecen salidos de los años 80 (no en vano aparece Mónica Gonzaga como una especie de ninfa cocainómana) y sin ningún tipo de pretensión más que la de hacer un producto con buena factura y que a la vez divierta, Noche de perros es el tipo de películas que le estaba haciendo falta al cine argentino. Simpática, amena, querible. Una película donde se la pasa bien y punto. Ahora hay que ir por más noches así.