El que no corre, ladra
Los perros y la noche son dos elementos clave que configuran esta ópera prima de Ignacio Sesma, enrolada en lo que podría denominarse cine independiente argentino, desde un punto de vista conceptual más que de producción.
Rápidamente se instala el recuerdo de Después de hora (1985), de Martin Scorsese y más cercano en el tiempo, de la entrañable 76 89 03 (2000), de la dupla Cristian Bernard y Flavio Nardini, pues una serie de eventos desafortunados desatan una pesadilla en la pareja de amigos protagónica a cargo de Nicolás Goldschmidt y Facundo Cardosi, a quienes una típica noche de diversión se les convierte en todo lo contrario y se ven involucrados en una serie de situaciones con terceros sin posibilidades de escapatoria.
El registro anárquico, así como la expresa renuncia a todo tipo de convencionalismo, por momentos opera a favor y por otros en contra. Da la sensación de que muchas de las escenas con buenas ideas llegan tarde o de manera forzada en términos narrativos, en un relato que por momentos se ameseta. Ese aspecto importante en la trama que gana por acumulación, pero pierde por calidad, se nota aún más promediando la segunda mitad del film.
El aporte de los actores en sus respectivos personajes, así como la buena química entre este grupo de amigos funciona, son creíbles y hasta queribles, desde sus avatares cotidianos. Algunos personajes secundarios no pasan del nivel de simpatía como para considerarlos personajes con todas las letras y otros sorprenden como es el caso de Mónica Gonzaga, en su rol de dealer para romper a conciencia ciertos esquematismos de la industria y más aún si se trata de una propuesta que no huye del género.