Una entretenida película de vampiros en tierra irlandesa
La película de Conor McMahon hace honor al más puro cine de terror, con monstruos y escenas viscerales en estado puro.
En algún lugar de Irlanda, un señor cava un pozo y encuentra una estaca. El objeto le llama la atención y sigue cavado hasta que ve una mano con largas uñas. Como ya está oscureciendo, se va a buscar una linterna. Cuando regresa, una criatura emerge y le clava los colmillos en la yugular.
Esta introducción sirve para ubicarnos en un lugar y para decirnos de qué va el asunto. Se ve parte del monstruo, nos introduce en un universo particular, nos marca el tono y nos adelanta lo que vendrá. Sí, la película irlandesa Noche diabólica se trata de una de vampiros.
La trama sigue con la estructura típica. Ese mismo día, pero más temprano, Sarah y Mark, una joven pareja, se dirigen en auto a pasar unos días en el campo. Por supuesto, lugar común del género mediante, el auto se les estanca en un camino con barro, cerca del lugar donde ocurre el hecho que vemos en el inicio. Mark se baja para pedir auxilio. Llega a una casa en la que aparentemente no hay nadie. De pronto aparece un señor moribundo. Mark sale corriendo a pedir ayuda y vuelve al auto donde lo espera su novia. Cuando regresan a la casa, la noche ya está encima. Empieza la pesadilla.
Si bien hay indicadores que permiten pensarla como una comedia, la primera pregunta que surge mientras dura Noche diabólica es si está hecha en broma o en serio.
Como está dirigida por Conor McMahon, la respuesta comprende las dos alternativas, ya que el director nos tiene acostumbrados a la mezcla de comedia con horror, y al repaso de los grandes subgéneros del terror (debutó con una de zombis llamada Dead Meat en 2004 y luego hizo una de un payaso asesino llamada Stitches en 2012).
Noche Diabólica transcurre en una noche y ama profundamente las películas de monstruos clase B al estilo de la Hammer (el famoso estudio dedicado al género a mediados del siglo pasado), donde al monstruo se lo mostraba sin artilugios, y donde el gore y las malas actuaciones eran las reglas sagradas.
El director juega con la profundidad de campo y el fuera de foco (a cada rato se ve cómo la criatura aparece desenfocada desde atrás). También hay una subjetiva del monstruo que remite al universo cinematográfico al que pertenece la película. Y eso es todo. Noche diabólica se ríe de sí misma y cumple con su objetivo pasatista de entretener por un rato. Es una película para disfrutar con un balde de pochoclos y para ver desde el desprejuicio, o desde el más puro goce cinéfago.