Es un coctel explosivo, donde se pretende salvar el verdadero espíritu navideño, lejos de la presión del consumo desmedido contagiado de padres a hijos. Este papa Noel se presenta desilusionado, borracho, glotón y crítico. Amenazando con dejar de repartir juguetes a los chicos que lo merecen. Pero cuando se debe enfrentar a u n grupo comando que secuestró a una familia hiper-millonaria, enternecido con una niña que cree en él, todo se transforma. Aquí la película dirigida por Tommy Wirkola, escrita por Pat Casey y Worm Miller, toma el riesgo de un coctel explosivo que les salió bien. Santa recuerda su pasado de guerrero vikingo destrozador de cráneos y la acción se pone vertiginosa, sangrienta, exagerada, en una combinación que pudo haber perdido el equilibrio, pero que encontró el punto gusto de la diversión para un público de pre adolescentes para arriba que ama el gore y las cabezas aplastadas por docena. Hay referencias explícitas para “Mi pobre Angelito” e inspiración en “Duro de matar”. Pero por sobre todo está el magnífico David Harbour, transformado con justicia en estrella gracias a Stranger Things, que tiene un rol que solo {el pudo sacar adelante con maestría.