Alicia, la mujer maravilla
¿Cuál sería el desafío de una cantante pop que incursiona en el cine? Un papel que suponga ciertas cualidades dramáticas donde pueda apreciarse si verdaderamente sabe actuar. Piénsese por ejemplo en Madonna demostrando que canta mucho mejor de lo que actúa y para no irnos tan lejos baste como botón de muestra las penosas apariciones de Britney Spears en el cine, confirmando que no hay excepción a la regla.
Ahora bien, Burlesque o Noches de encanto -como se la estrena en nuestro país- es un show de la cantante Christina Aguilera dentro de una película mala que es un musical con poco brillo y mucho artificio. La voz estruendosa –no así la actuación- de la blonda y sexy Aguilera atraviesa la pantalla cada vez que vocaliza pero el resultado cinematográfico de esa experiencia no está a la altura de la energía que transmite su voz y sus gritos.
Tampoco su coprotagonista Cher como la dueña del teatro, que otrora deslumbraba a sus comensales cada vez que pisaba las tablas, convence en sus escuetas performances. Si bien no ha perdido la voz, el repertorio elegido no la deja lucirse. Lo contrario ocurre en las escenas donde juega el dramatismo que permiten reconocer a una buena actriz detrás de todas las cirugías estéticas.
De la historia de la chica de campo que viene a triunfar con su talento escondido al feroz mundo de la ciudad y lo consigue cuando le dan esa oportunidad en el Burlesque no hace falta agregar ni una coma. El guión es eso y nada más, con el agregado de la consabida historia de amor con el muchacho equivocado (Gam Gigandet) y una amenaza de cierre del local en la mira de un inescrupuloso emprendimiento inmobiliario (¿Christina Aguilera asesora financiera? no será mucho).
Steve Antin, director debutante, sostiene el ritmo del relato sin problemas aunque no aprovecha las ventajas de la pantalla grande para un despliegue visual de musical; no imprime movimiento a las escenas concentrándose demasiado en los cuadros de la coreografía que tiene como foco de atención -claro está- a Ali (Christina Aguilera) y al resto de las chicas en un segundo plano, la mayoría mucho más hermosas por cierto.
El patético rol que cumple Alan Cumming y una desaprovechada Kristen Bell como antagonista y rival que no funciona lo suficiente para opacar a Christina Aguilera (que hace lo mismo que en cualquiera de sus shows ni más ni menos) son apenas algunas falencias de este fallido intento por mostrar un tiempo donde la sensualidad reinaba en el escenario; la sexualidad se sugería con el rostro y el cuerpo y las luces escondían el maquillaje.