¿De cuántas formas puede llevarse a la pantalla un hecho bíblico? Solemos tomar las historias de la biblia como algo dado. Se han retomado tantas veces, simplificándose a su mínima expresión, y si no somos estudiosos de la cuestión tenemos en la cabeza trazos muy gruesos. Esto vale tanto para la vida de Jesús como en el caso de Noé y su arca. Y digo esto porque el último film de Darren Aronofsky tiene algo de la osadía que tuvo el acercamiento que Mel Gibson hizo con “La pasión”. No se trata de una puesta tan gráfica y literal; Aronofsky se ve más seducido por lo alegórico y onírico –lo que explica algunas de las libertades que se toma respecto del texto original- pero el relato está trabajado con suma seriedad. Cabría preguntarse si con demasiada.
El elenco, soñado, tiene a Russell Crowe como Noé, una Jennifer Connelly que se luce mucho y aportes de lujo de Anthony Hopkins, Ray Winstone, Logan Lerman y Emma Watson. Los dos jóvenes actores -superestrellas para su corta edad- vienen de compartir cartel en “Las ventajas de ser invisible”, donde los papeles les calzaban perfecto. Personalmente, no los hubiese imaginado atacando tal grado de solemnidad a esta altura de su carrera, y aunque esperé descolocarme o tentarme, ambos son tan buenos que eso no sucedió. Lo concreto es lo siguiente: Aronofsky trae una “Noé” épica, sufrida, lenta y dramática hasta la médula que -una vez más- no es exactamente lo que vende su trailer, pero tiene como aliado al infalible 3D. El formato saca a relucir los paisajes y destaca el elemento onírico del film.
Por otro lado, entre tanta solemnidad el director intenta mantener viva la noción de lo que sucede como si fuese un simple cuento. No se trata de quitarle a los diálogos profundidad y simbolismo -un camino evidentemente inquebrantable para la película- sino de reconocer que la síntesis y los esquemas son necesarios a la hora de explicar el mundo. Este Noé es un dedicado padre de familia (un cruce tribal entre cavernícola y chamán) que, por más conectado que esté con la tierra y el cielo y, aunque le haya tocado una misión importante, tiene que contarle a sus hijos el cuentito. Ellos tienen que entender en qué consiste salvar el mundo…y la Creación, y Adán y Eva, y la manzana. A eso iba al comienzo de la crítica: todos sabemos ‘de qué va’ la cuestión, pero muchas veces tenemos una idea general que olvida las particularidades. En esos detalles está la riqueza de estas vivencias y entiendo que, aún en medio de una superproducción, el director busca rescatar algo de ese espíritu (con licencias, ya se dijo también). Pero es todo muy denso, pesado, intenso, y por más que sea loable la intención, es imposible dejar de pensar que el camino pudo haber sido otro. Se estrenó en un feriado, pero si compite con una de terror y con “Betibú”, lo más lógico es que se posicione al tope de la taquilla. Aunque no sea realmente una buena película.